viernes, 31 de julio de 2009

Fichte

La filosofía de Fichte se deriva del Yo como lo único existente en el mundo. El Yo existe porque se afirma a sí mismo. Aunque no existe otra cosa, el Yo sufre un día un pequeño choque [ein Kleiner Anstoss] como resultado del cual afirma el no Yo. Produce entonces varias emanaciones, no diferentes de las de la teología gnóstica; pero mientras los gnósticos atribuían las emanaciones a Dios y pensaban humildemente de sí mismos, Fichte considera innecesaria la distinción entre Dios y el Yo. Cuando el Yo se relaciona con la metafísica, procede a afirmar que los germanos son buenos y los franceses malos, y que, por consiguiente, es el deber de los alemanes luchar contra Napoleón. Tanto los alemanes como los franceses son, por supuesto, únicamente emanaciones de Fichte, pero los alemanes son una emanación superior, es decir, que están más cerca de la realidad última, que es el Yo de Fichte.

Bertrand Russell, Filosofías del poder. En: Antología. Siglo XXI Editores, 1972. p.138.

miércoles, 29 de julio de 2009

El zen silente

Una vez le preguntaron a Yangqi: «Cuando el fundador del zen llegó a China procedente de la India, permaneció nueve años sentado frente a un muro. ¿Qué significa esto?»
Yangqi respondió: «Era indio y no sabía hablar chino».

Maestro Huanglong. En: La esencia del zen. Edición de Red Pine y Thomas Cleary. Círculo de Lectores, 2000. p. 137.

lunes, 27 de julio de 2009

Laurel Bank

El chico se detuvo. Estaban pasando frente a una gran casa de estilo Victoriano, llamada “Laurel Bank”. Al final del breve camino interior de la finca vieron la puerta de la entrada abierta, lo que les permitió descubrir una mesita cuadrada de roble adosada a la pared del vestíbulo. En la mesa había un bastidor pequeño de cuero con los nombres: “Teniente Coronel Masters”, “ Señora Masters” y “Señorita Diana Masters”. En el punto opuesto distinguieron una ranura en la que había sido encajada una tarjeta impresa con la palabra “AUSENTES”.

-En ocasiones la tarjeta dice: “EN CASA”-aclaró Guillermo- ¡Troncho! Esa gente piensa que a los demás nos ha de importar mucho que estén dentro o fuera de la casa. ¡Se deben de considerar muy importantes!

La verdad era que a Guillermo el dispositivo en cuestión le había fascinado desde la primera vez que lo viera.

-Son nuevos vecinos, ¿no? –preguntó Pelirrojo.

-Sí. Llegaron a esta casa el mes pasado. Roberto está loco por la chica.

-¡Bah! También lo estaba por la muchacha que vivía aquí antes, ¿ no te acuerdas?

Guillermo suspiró. Las veleidades de su hermano, siempre andando tras una u otra chica de la vecindad, le producían una humillante sensación. Guillermo era -mejor dicho él se creía ser-, un enemigo de las mujeres, considerándose invulnerable ante los ataques y ardides más atractivos y sugerentes del sexo opuesto.

Richmal Crompton, Guillermo, buscador de tesoros. Editorial MOLINO, Barcelona, 1980. p. 9-10

viernes, 17 de julio de 2009

El beso

Resulta interesante destacar que el beso ha sido para todos los pueblos una expresión de amor, de afecto, de veneración y de fervor religioso, aunque caben ciertas excepciones. Kristoffer Nyrop, en Kysset og dets historie, escribe: «En los pueblos salvajes o semisalvajes, como los neozelandeses de Oceanía, los somalíes de África y los esquimales de América, es desconocido el beso como símbolo de amor...». Los otaiti encuentran repugnante la costumbre de besarse. Los chinos, según Pablo d'Enjoy, besan solamente a su amante y lo hacen tocando la mejilla, la frente o la mano con la nariz, olfateando ligeramente, para terminar con un chasquido de los labios. C. Hentze, en Las formas de saludo en los poemas homéricos, refiere que el beso en la boca era desconocido de los griegos, y que para saludarse, se besaban en la cara, los ojos, y rara vez en las manos, al tiempo que mientras se besaban se tiraban cariñosamente de las orejas: «Ya no quiero a Acippe, dice el cabrero de Teocrito, porque la última vez que le llevé una paloma no me cogió de las orejas al abrazarme...»

Enrique Balash Blanch, El lenguaje secreto de los cuentos. Editorial Oberón, 2004. p-285-6.

lunes, 13 de julio de 2009

Cuatro horas

Cuando la instrucción esté terminada, nadie debe verse "obligado" a trabajar, y los que no quieren trabajar deben recibir lo que necesiten para vivir, dejándles completamente libres; pero probablemente sería desable intentar crear en la opinión pública un fuerte sentimiento a favor del trabajo, de suerte que habría comparativamente pocos que se decidieran por la pereza. Una gran ventaja de que la pereza sea "económicamente" posible es que daría un fuerte motivo para no hacer el trabajo desagradable, y ninguna comunidad en la cual se pueda decir que la mayor parte del trabajo es desagradable puede considerar que ha solucionado sus problemas económicos. Creo que es razonable presumir que muy pocos escogerían la pereza, cuando uno piensa en que, por lo menos, nueve de diez que tengan, por ejemplo, una renta de cien libras por año prefieren aumentar sus ingresos con algún trabajo remunerador.

Por considerar que la gran mayoría no escogerá la pereza, creo se puede suponer que, con la ayuda de la ciencia y elminando la enorme cantidad de trabajo estéril, resultado de la concurrencia nacional e internacional, la comunidad entera puede ser mantenida cómodamente por medio de cuatro horas diarias de trabajo.

Bertrand Russell, Cómo se podría organizar el mundo. En: Antología. Siglo XXI Editores, 1973. p. 42.

viernes, 10 de julio de 2009

A solas y a puerta cerrada

Evita comer en compañia. No le gusta hacerlo a horas fijas. Aborrece haber de esperar más de dos minutos para que le sirvan, y consumir más de cinco en la función de alimentarse. Por esta razón, se nutre principalmetne de pan y mantequilla. Y prefiere el agua como bebida. Opina que alimentarse es una actividad muy íntima, y que debería efectuarse en un cuartito, a solas y a puerta cerrada. Come, llegado el momento -poco frecuente-, con indiferencia, de manera distraída. Vino a verme en su motocicleta de carreras a la hora del desayuno: había salvado trescientos sesenta kilómetros en trescientos minutos. No quiso desayunar. Le pregunté luego cómo era el rancho del campamento.
-Raramente lo pruebo, pero es bastante bueno. Ahora estoy en el almacén de intendente, de modo que necesito muy poca cosa.
-¿Cuándo comió por última vez? -pregunté.
-El miércoles.
Por lo visto había consumido algo de chocolate, una naranja y una taza de té. Estábamos a sábado. Creo haber colocado unas manzanas a su alcance y, al cabo de cierto tiempo, tomó una. La fruta es su único sibaritismo [...] Tiene la costumbre de renunciar de tarde en tarde a la comida durante tres días -en pocas ocasiones cinco- para comprobar que puede efectuarlo sin preocuparse ni resentirse. El ayuno, a su juicio, aguza la percepción y es buen ejercicio preparatorio para los malos tiempos. Y han abundado en su existencia.

Robert Graves, Lawrence y los árabes. Ediciones Península, 2006. p. 37.

miércoles, 8 de julio de 2009

Trabajo artesanal

En una carta a un admirador, [Harold Foster] expresa la siguiente opinión: "aprender a dibujar no es más difícil ni más misterioso que aprender a escribir, es puramente mecánico. La figura humana no es distinta de un vagón o de un camión; para dibujarlos tienes que saber todo de ellos, y no es necesario mucho arte para reflejar un camión, basta con conocimiento. La composición no es sino ordenar las cosas que dibujas de forma agradable a la vista, no es sino ser racional y mostrar un poco de buen gusto en la colocación de los elementos, con un poco de psicología y no demasiado arte. El color es el conocimiento mecánico de lo efectos de la luz, la sombra y la distancia sobre el tono de un objeto, el conocimiento mecánico de cómo mezclar pigmentos para obtener esos colores y la formación del ojo para verlos. Una vez hayas formado el ojo, la mano y el discernimiento, entonces aplicas el arte o, mejor dicho, el arte se insinuará en tu obra, para gran sorpresa de muchos. Si alguna vez el arte fuese sagrado y misterioso para ti, sal, emborráchate y olvídalo, pues se estará convirtiendo en impostura. El arte no es más que trabajo artesanal, bueno y honesto."

Manuel Caldas, Foster y Val. Los trabajos y los días del creador de "Prince Valiant". Editorial Dolmen, 2007. p.17-18.

lunes, 6 de julio de 2009

Bonjour, s'il vous plaît, merci, au revoir!

Les portes vitrées d'une grande librairie parisienne s'ouvrirent sur les pas d'un client visiblement pressé. Chapeau sur la tête, écharpe nouée autour du cou, il se dirigeait vers le rayon des livres scolaires. Peerchée sur une échelle, une vendeuse énonçait à voix haute les titres et quantités des ouvrages rangés dans les rayonnages, pendant que Mathias en reportait les références sur un cahier. Sans autre préambule, le client leur demanda d'un ton peu avenant où se trouvaient les oeuvres complètes de Victor Hugo dans la Pléiade.

- Quel volume? Interrogea Mathias en levant un oeil de son cahier.

- Le premier, répondit l'homme, d'un ton encore plus sec.

La jeune vendeuse se contorsionna et attrapa le livre du but des doigts. Elle se pencha pour le donner à Mathias. L'homme au chapeau s'en saisit prestement et se dirigea vers la caisse. La vendeuse échangea un regard avec Mathias. Les mâchoires serrés, il posa son cahier sur le comptoir et courut derrière le client.

- Bonjour, s'il vous plaît, merci, au revoir! Hurla-t-il en lui barrant l'accès à la caisse.

Stupéfait, le client essaya de le contourner; Mathias lui arracha le livre des mains avant de retourner à son travail, en répétant à tue-tête «Bonjour, s'il vous plaît, merci, au revoir!». Quelques clients assistaient à la scène, effarés. L'homme au chapeau quitta le magasin, furieux, la caissière haussa les épaules, la jeune vendeuse, toujours sur son échelle, eut bien du mal à garder son serieux et le propietaire de la librairie pria Mathias de passer le voir avant la fin de la journée.

Marc Levy, Mes amis Mes amours. Éditions Robert Laffont, S.A. Susanna Lea Associates, Paris 2006. p. 14-5