miércoles, 30 de septiembre de 2009

Judíos

Este pueblo debe interesarnos porque hemos recibido de él nuestra religión, incluso muchas de nuestras leyes y usos, y porque no somos en el fondo más que judíos con prepucio.

Voltaire, Sarcasmos y agudezas (Originalmente en: Essai sur les mæurs, vol. II) Círculo de Lectores, 2004. p. 107.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Protóxido de nitrógeno

La mañana de ese día, el Hartford Courant, diario de la pequeña localidad, publicaba un anuncio de propaganda de carácter muy singular. Decía: "Hoy, martes, 10 de diciembre de 1844, en la Union Hall tendrá lugar una exhibición de los fenómenos producidos por la inhalación del "protóxido de nitrógeno", conocido vulgarmente con el nombre de "gas hilarante", o "gas de la alegría". Hay cuareta galones de este gas a disposición de los espectadores que quieran probarlo. Se ha encontrado cuatro hombres forzudos que cuidarán de que las personas que respiren el gas no se lesionen a sí mismas ni a los demás. Los efectos del gas en las personas que lo respiran consisten en que éstas, según su temperamento, se ponen a cantar, bailar, reír, hablar o luchar. Post Scriptum: Sólo se permitirá respirar el gas a caballeros sumamente distinguidos, con el fin de garantizar el carácter absolutamente serio de la exhibición. Es imposible describir con palabras las maravillosas sensaciones provocadas por el gas. El poeta Robert Southey dijo una vez que el gas nos transporta a una atmósfera celeste. Al comenzar la exhibición se dará a conocer a los interesados la manera cómo se obtiene el gas. El señor Colton ha organizado una sesión gratuita y especial para las damas que deseen probarlo. Tendrá lugar el jueves, de once a una de la mañana, y sólo se permitirá la entrada a las señoras. La exhibición empieza a las siete. Precio de la entrada 25 centavos".

Jürgen Thorwald, El siglo de los cirujanos. Ediciones Destino, 2002. p.100.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Se despide como para morir

Ragón, el gran intérprete moderno de la Masonería, ha expuesto en una de sus obras algunos experimentos nuevos: Tomaba discos de diferentes colores, los untaba con un jugo espeso de diferentes plantas y los presentaba a la vista de sujetos en estado magnético para que éstos los contemplaran. He aquí el resultado de dichos experimentos:

I. Disco Violeta. Beleño.-Belladona.-Estramonio.
Movimiento continuo de brazos y piernas, deseo de tocar determinado objeto o de andar hacia un punto fijo; gritos, aullidos, ganas de morder o de dar cuchilladas, embriaguez, aparición de felicidades, realización de toda clase de deseos. El recuerdo persiste.

II. Disco índigo. Pimienta.-Eléboro negro.-Haschisch
Excitación febril; debilidad en las piernas. El sujeto se pone de rodillas y quiere hacer oración, pero no se acuerda de una sola palabra. Pérdida de la vista. Los párpados le tiemblan, cierre de los ojos, sueño profundo. Despierta sudando copiosamente.

III. Disco azul. Laurel cerezo.-Alcanfor.-Asafétida.
Excitación general; movimientos convulsivos, deseos de dormir, pérdida del conocimiento, somnolencia, abatimiento. Despierta entontecido; no recuerda nada.

IV. Disco verde. Estricnina.-Belladona.-Acónito.
Lágrimas abundantes; se retuerce las manos, deseos de correr más que un caballo. Estremecimiento general de los miembros. Se despide como para morir, hinchazón, estado letárgico.

[...]

Rodolfo Putz, Botánica oculta. Las plantas mágicas según Paracelso (Edición facsímil). Ed. Maxtor, 2006. p. 139-40.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Artículos censurables

En sus censuras del lujo, los padres de la Iglesia son extremadametne minuciosos y detallados y entre los diversos artículos que provocan su piadosa indignación podemos enumerar el cabello postizo, las prendas de cualquier color excepto el blanco, los instrumentos musicales, las copas de oro o plata, los almohadones de plumas (puesto que Jacob apoyaba la cabeza en una piedra), el pan blanco, los vinos extranjeros, los saludos públicos, el baño templado y la costumbre de afeitarse la barba que, de acuerdo con la expresión de Tertuliano, es una mentira a nuestro rostro y un intento impío de mejorar la obra del Creador. Cuando se introdujeron el cristianismo entre los ricos y educados, la observación de estas leyes singulares, igual que en nuestros tiempos, se limitó a los pocos que aspiraban a alcanzar una santidad superior. No obstante, siempre resulta fácil y agradable a los sectores inferiores de la sociedad extraer mérito del desprecio de la pompa y el placer que la fortuna ha colocado fuera de su alcance. Igual que sucedió con los primeros romanos, la pobreza y la ignorancia con frecuencia custodiaron la virtud de los cristianos primitivos.

Edward Gibbon, Historia de la decadencia y caída del imperio romano. Edición abreviada de Dero A. Saunders. Círculo de Lectores, 2001. p.206-7.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Formación del artista

Ser bueno, ser diligente, estudiar, tener mucha paciencia, primer bajo en una orquesta B, pequeña asociación de música de cámara, octeto, disco, ser formal, flexible, adquirir cierto renombre, con toda modestia, y madurar para el Quinteto de las Truchas.

Cuando Schubert tenía mi edad, ya hacía tres años que estaba muerto.

Patrick Süskind, El contrabajo. Seix Barral, 2008. p. 62.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Los Hollister

-¿Cuál es la sorpresa secreta, papaíto?, preguntó la chiquitina Sue Hollister.
-Sí -adujo Holly-. Nos prometiste una sorpresa y hemos venido a verla.
Los cinco hermanos Hollister acababan de entrar en el Centro Comercial, una tienda con departamentos de ferretería, artículos deportivos y juguetes, situada en el sector comercial de Shoreham, y que estaba dirigida por su padre.
-Venid por aquí-, les contestó el señor Hollister, un hombre alto y atlético, conduciéndoles a la trastienda.
Los cinco niños rebosaban entusiasmo y emoción, mientras seguían a su padre. Sue, la más pequeña, tenía cuatro años y el cabello muy rubio; iba de la mano de su padre. Junto a ella caminaba su hermana de seis años, Holly, retorciéndose una de las trencitas. A continuación avanzaba el pelirrojo Ricky, un pecosillo de 8 años. Pam y Pete cerraban la marcha. Pam, de diez años, tenía el cabello ondulado y moreno, y una dulce sonrisa. Pete, con dos años más que Pam, llevaba el pelo alborotado y era un muchachito guapo y cortés.
Una vez en la trastienda, el señor Hollister se detuvo y señaló la pared. -Ahí está la sorpresa-, dijo.
-¡Son relojes de cuco!-, exclamaron a coro los niños.

Jerry West, Los Hollister y el reloj de cuco. Ediciones Toray, 1985. p. 7-8.