lunes, 24 de mayo de 2010

Maravilloso, corazón maravilloso…

Un día, cuando Louisa era media docena de años más joven, se la había entreoído comenzar una conversación con su hermano, diciendo:

–Me maravilla, Tom… –y al instante, el señor Gradgrind, que era la persona que distraídamente escuchaba, dio un paso hacia la luz:

–Louisa, dijo–, maravillarse, jamás.

He aquí dónde radicaba el resorte del arte mecánico y misterioso de educar sin caer en el cultivo de los sentimientos y los afectos: en jamás maravillarse. Mediante la adición, la sustracción, la multiplicación y la división, resolverlo todo de alguna manera, pero maravillarse, jamás. Traedme, dice el señor M’Choakumchild, esos pequeñuelos que apenas saben andar, y yo me ocuparé de que no se maravillen nunca.

Charles Dickens, Tiempos difíciles. RBA Libros, 2009. p.105.

miércoles, 5 de mayo de 2010

La Marsellesa

El autor de la Marsellesa no fue en rigor de verdad ni poeta ni compositor. Fue oficial técnico del ejército francés y prestaba servicio en Estrasburgo. Cierto día llegó la noticia de que Francia había declarado la guerra a los reyes europeos en nombre de la libertad. Al instante, toda la ciudad cayó en una embriaguez de entusiasmo. Por la tarde de ese mismo día, el alcalde ofreció a los oficiales del ejército un banquete. Y como por azar supo que Rouget de Lisle poseía talento bastante para componer versos fáciles y fáciles de comprender, propúsole que compusiera a la ligera una marcha-canción para las tropas que debían dirigirse al frente.

Rouget de Lisle, el oficial insignificante, prometió hacer lo mejor posible. El banquete duró hasta muy pasada la medianoche, y sólo entonces Rouget de Lisle volvió a su aposento. Había hecho mucho honor al vino y participado diligentemente en las conversaciones. Muchas palabras de los discursos guerreros revoloteaban todavía dentro de su cabeza frases aisladas, como le jour de gloire est arrivé o allons, marchons! Apenas hubo llegado a su casa, se sentó y bosquejó unas cuantas estrofas, a pesar de que nunca había sido un poeta cabal. Luego sacó su violín del armario y ensayó una melodía para acompañar aquellas palabras, a pesar de que nunca había sido un compositor de verdad. A las dos horas, todo estaba listo. Rouget de Lisle se acostó a dormir. A la mañana siguiente llevó a su amigo, el alcalde, la canción creada que, sin modificación alguna, sigue siendo al cabo de siglo y medio, el himno de Francia.

Stefan Zweig, El misterio de la creación artística. Ediciones Sequitur, 2010. p. 33–34.

lunes, 3 de mayo de 2010

The Circumpolar Currents

According to Kircher's theory of currents, the sea wells up at the South Pole and forms a great whirlpool at the North. Mariners have never been able to reach the South because of the strong adverse currents that flow in all directions, and certain destruction awaits anyone who approaches the Northern vortex.

Joscely N. Godwin, Athanasius Kircher: A Renaissance Man and the Quest for Lost Knowledge. Thames and Hudson, 1979. p. 88