domingo, 30 de junio de 2024

Anschluss

Sin embargo, justo antes del Anschluss, se produjeron más de mil setecientos suicidios en una sola semana. Muy pronto, anunciar un suicidio en la prensa se convertirá en un acto de resistencia. Algún periodista osará aún escribir «súbito fallecimiento»; las represalias no tardarán en hacerlos enmudecer. Se buscarán otras fórmulas usuales, sin consecuencia. Y así, el número de personas que pusieron fin a sus días sigue siendo desconocido y sus nombres ignorados. Al día siguiente de la anexión, aún pudieron leerse en la Neue Freie Presse cuatro necrológicas: «La mañana del 12 de marzo, Alma Biro, funcionaria, de 40 años, se cortó las venas con una navaja de afeitar, antes de abrir el gas. En el mismo momento, el escritor Karl Schlesinger, de 49 años, se disparó un tiro en la sien. Un ama de casa, Helene Kuhner, de 69 años, se suicidó también. Por la tarde, Leopold Bien, funcionario, de 36 años, se arrojó por la ventana. Se desconocen las causas de su acto». Esa pequeña apostilla trivial nos llena de vergüenza. Porque, el 13 de marzo, nadie puede desconocer los móviles de todos ellos. Nadie. Además, no debe hablarse de móviles, sino de una sola y misma causa.

Puede que Alma, Karl, Leopold o Helene divisaran, desde su ventana, a aquellos judíos a los que llevaban a rastras por las calles. Para comprender lo que ocurría les bastó con entrever a aquellos a quienes rasuraron la cabeza. Les bastó con entrever a aquel hombre sobre cuyo occipucio pintaron los transeúntes una cruz de tau, la de los cruzados, la que ostentaba aún, una hora antes, el canciller Schuschnigg en la solapa de la chaqueta. Incluso bastó con que otros se lo contaran, o con que lo adivinaran, lo dedujeran, imaginándoselo antes incluso de que sucediese.”

Éric Vuillard, El orden del día. Tusquets Editores, 2018. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Cerebros

El organismo que soy yo actúa, es un agente, y la aparente coherencia de su actuación parece implicar un principio unificado de decisión, que sería yo. Sin embargo, si observamos lo que ocurre cuando actuamos, con frecuencia nos encontramos con un conflicto entre varios principios (o fuentes o programas) distintos de nuestra acción. [...]

El fumador, el alcohólico o el drogadicto quiere conscientemente dejar de fumar, de beber o de drogarse, pero por otro lado no quiere y, en efecto, no lo deja. Quiero mantener la calma, más pierdo los estribos y digo o hago cosas que no quería hacer y de las que luego me arrepiento. Decido levantarme a las siete de la mañana y pongo el despertador a esa hora, pero, cuando suena, no me levanto, sino que lo paro, me doy media vuelta y sigo durmiendo.

De hecho, nuestra acción está controlada y dirigida por nuestro encéfalo, que no es un sistema diseñado de un modo unitario, sino el resultado chapucero de la superposición sucesiva de «cerebros» distintos en diversas etapas de nuestra historia evolutiva. Cada uno de ellos capta aspectos diferentes de la realidad, tiene sus propias metas y sigue estrategias distintas. Aunque interconectados e intercomunicados, no siempre actúan al unísono. En general, se da la división del trabajo y sólo uno de ellos es responsable de ciertos asuntos, pero a veces interfieren unos con otros y toman decisiones contradictorias. La asimilación de programas culturales distintos y a veces incompatibles es otra fuente de conflictos. También aquí nuestro yo —incluso referido a un organismo determinado— se manifiesta como un haz de yoes distintos, productos de otras tantas estructuras encefálicas diferentes y sólo parcialmente integradas.

Jesús Mosterín, La naturaleza humana. Espasa, 2011. pp. 188-9.

domingo, 29 de marzo de 2015

One-way mission

In 1962 [...] a story ran in a Sunday newspaper supplement called This Week suggesting that the USSR was considering sending a cosmonaut on a one-way lunar landing mission. That same year, according to space historian Dave Dooling, Missiles and Rockets, Aviation Week & Space Technology, and Space Engineering all detailed a similar mission proposal making the rounds at NASA. The “one-way, one-man” lunar expedition was the brainchild of a pair of Bell Aerosystems engineers, John M. Cord and Leonard M. Seale. “It would be the cheaper, faster and perhaps the only way to beat the Russians”, Cord is quoted as saying. Dooling points out that intelligence data gathered at that time suggested that the Soviets would be capable of landing a craft on the moon as early as 1965. (The United States landed on the moon in 1969.)

Neither the Soviet nor the American version proposed leaving the sad spaceman to die on the moon. Someone would come pick him up in one to three years—just as soon as they figured out how to do it and built the hardware. A total of nine launches would follow his own, delivering a living module, communications module and equipment, construction equipment to build the modules, plus the 9,910 pounds of food, water, and oxygen he was projected to consume while waiting around for his ride.

And who would agree to go? “It is sincerely believed,” wrote Cord and Seale, “that capable and qualified people could be found to volunteer for the mission even if the return possibilities were nil.”

Mary Roach, Packing for Mars: the curious science of life in the void. Norton, 2010. pp. 166-7.

viernes, 6 de marzo de 2015

Rompieron los libros incomprensibles

Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro.

Jorge Luis Borges, Los Teólogos. Obras Completas v. 1. Emecé Editores, 2004. p. 550.

viernes, 11 de febrero de 2011

Tan sólo una piedra

Siddhartha se inclinó, levantó una piedra del suelo y la sopesó en su mano.
—Esto —dijo jugueteando— es una piedra, y dentro de un tiempo determinado quizá sea tierra, y esa tierra se convierta en planta, animal o ser humano. Pues bien, en otro tiempo hubiera dicho: «esta piedra es tan sólo una piedra, carece de valor y pertenece al mundo de Maya; pero como en el ciclo de las transformaciones tal vez llegue a convertirse en hombre o en espíritu, también he de otorgarle un valor.» Así hubiera pensado yo antes. Ahora, en cambio, pienso: esta piedra es una piedra, pero es también animal, también es Dios, también es Buda; la amo y la respeto no porque algún día pueda llegar a ser esto o lo otro, sino porque es y ha sido siempre todo. Y la amo precisamente por esto, porque es piedra y en este momento se me presenta como tal; y descubro un valor y un sentido en cada una de sus venas y concavidades, en el amarillo, en el gris, en la dureza, en el sonido que emite cuando la golpeo, en la sequedad o la humedad de su superficie. Hay piedras que ofrecen al tacto una consistencia oleaginosa o jabonosa, y otras que parecen hojas, o arena, y cada una tiene sus atributos distintivos y reza el Om a su manera, cada una es Brahma, pero al mismo tiempo es una piedra, es oleaginosa o jabonosa, y justamente esto es lo que me gusta y me parece extraordinario y digno de veneración. Pero no me hagas seguir hablando de esto. Las palabras son nocivas para el sentido secreto de las cosas; todo cambia ligeramente cuando lo expresamos, nos parece un poco deformado, un poco necio...; sí, esto también es muy bueno y me agrada mucho: también estoy de acuerdo en que lo que constituye el tesoro y la sabiduría de un ser humano ha de sonar siempre un poco necio al oído de otros.

Hermann Hesse, Siddhartha. Debolsillo, 2010. p.201-2.

sábado, 29 de enero de 2011

Glamour

Publicity is never a celebration of pleasure-in-itself. Publicity is always about the future buyer. It offers him an image of himself made glamorous by the product or opportunity it is trying to sell. The image then makes him envious of himself as he might be. Yet what makes this self-which-he-might-be enviable? The envy of others. Publicity is about social relations, not objects. Its promise is not of pleasure, but of happiness: happiness as judged from the outside by others. The happiness of being envied is glamour.

Being envied is solitary form of reassurance. It depends precisely upon not sharing your experience with those who envy you. You are observed with interest but you do not observe with interest — if you do, you will become less enviable. In this respect the envied are like bureaucrats; the more impersonal they are, the greater the illusion (for themselves and for others) of their power. The power of the glamorous resides in their supposed happiness; the power of the bureaucrat in his supposed authority. It is this which explains the absent, unfocused look of so many glamour images. They look out over the looks of envy which sustain them.

John Berger, Ways of Seeing. Penguin Books, 2008. 126-7.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El premio del martirio

Precisamente por aquel tiempo fueron apresados dos jóvenes que creían en Jesucristo: a uno de ellos desnudáronle enteramente, embadurnaron su cuerpo con miel, y cuando el sol más calentaba, arrojáronlo al suelo y allí lo dejaron expuesto a los aguijonazos de las moscas y de las avispas. Al otro, para que no pudiera defenderse, atáronle sus pies y sus manos con cordones muy vistosos, acostáronlo en un lecho blandísimo situado al aire libre en un paraje de temperatura tibia y suave y en un sitio muy ameno, a orillas de unos riachuelos cuyas aguas producían gratísimos murmullos a los que se unían los cantos de las aves y el embriagador perfume de innumerables arbustos y flores esparcido por la acariciante brisa. Al poco rato de colocar al susodicho joven, cuya alma hallábase repleta de amor a Dios, en semejante ambiente de delicias, hicieron llegar hasta él a una muchacha bellísima, pero sumamente impúdica, para que le tentara y sedujera. Comenzó la tentadora a hacer su oficio; parecía que iba a conseguir su intento, porque el tentado empezó a sentir en su cuerpo desordenados apetitos, aunque también a luchar contra ellos y contra quien despertaba en su ánimo aquellos movimientos; mas, de pronto, deseando a toda costa librarse de su tentadora y no pudiendo hacerlo de otra manera, se retazó la lengua con sus propios dientes y la escupió, lanzándola con fuerza contra el rostro de la impúdica muchacha. Mediante este procedimiento consiguió tres cosas: dominar, con el terrible dolor que sintió en su boca, el ardor de los apetitos de su carne; alejar de su lado a la desvergonzada jovenzuela, y merecer de Dios un premio notable por la victoria que acababa de obtener.

Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada (Selección de Alberto Manguel). 2004, Alianza Editorial. p. 46-7.