La única vía para el descubrimiento de brahman es la revelación, en el sentido de levantar todos los velos de la existencia, incluido el del ego, es decir, el del mismo ego de quien emprende el ascenso, o más bien el descenso, en busca de brahman. En su camino hacia el descubrimiento del fundamento último, el ego no puede seguir las huellas hasta el final. Si lo intenta, inevitablemente desaparece; sólo permanece y sobrevive si se detiene en su camino. «El que vuelve, sólo vuelve porque no llegó más que a la mitad del camino...", escribió el místico al-Misrī, refiriéndose a la ascensión de Mohammad. Sólo el aham, el Yo, permanece absoluto, el uno sin segundo, el ātman.
Raimon Panikkar, La Trinidad. Una experiencia humana primordial. Ed. Siruela, 1998. p.58