viernes, 13 de noviembre de 2015

Cerebros

El organismo que soy yo actúa, es un agente, y la aparente coherencia de su actuación parece implicar un principio unificado de decisión, que sería yo. Sin embargo, si observamos lo que ocurre cuando actuamos, con frecuencia nos encontramos con un conflicto entre varios principios (o fuentes o programas) distintos de nuestra acción. [...]

El fumador, el alcohólico o el drogadicto quiere conscientemente dejar de fumar, de beber o de drogarse, pero por otro lado no quiere y, en efecto, no lo deja. Quiero mantener la calma, más pierdo los estribos y digo o hago cosas que no quería hacer y de las que luego me arrepiento. Decido levantarme a las siete de la mañana y pongo el despertador a esa hora, pero, cuando suena, no me levanto, sino que lo paro, me doy media vuelta y sigo durmiendo.

De hecho, nuestra acción está controlada y dirigida por nuestro encéfalo, que no es un sistema diseñado de un modo unitario, sino el resultado chapucero de la superposición sucesiva de «cerebros» distintos en diversas etapas de nuestra historia evolutiva. Cada uno de ellos capta aspectos diferentes de la realidad, tiene sus propias metas y sigue estrategias distintas. Aunque interconectados e intercomunicados, no siempre actúan al unísono. En general, se da la división del trabajo y sólo uno de ellos es responsable de ciertos asuntos, pero a veces interfieren unos con otros y toman decisiones contradictorias. La asimilación de programas culturales distintos y a veces incompatibles es otra fuente de conflictos. También aquí nuestro yo —incluso referido a un organismo determinado— se manifiesta como un haz de yoes distintos, productos de otras tantas estructuras encefálicas diferentes y sólo parcialmente integradas.

Jesús Mosterín, La naturaleza humana. Espasa, 2011. pp. 188-9.

domingo, 29 de marzo de 2015

One-way mission

In 1962 [...] a story ran in a Sunday newspaper supplement called This Week suggesting that the USSR was considering sending a cosmonaut on a one-way lunar landing mission. That same year, according to space historian Dave Dooling, Missiles and Rockets, Aviation Week & Space Technology, and Space Engineering all detailed a similar mission proposal making the rounds at NASA. The “one-way, one-man” lunar expedition was the brainchild of a pair of Bell Aerosystems engineers, John M. Cord and Leonard M. Seale. “It would be the cheaper, faster and perhaps the only way to beat the Russians”, Cord is quoted as saying. Dooling points out that intelligence data gathered at that time suggested that the Soviets would be capable of landing a craft on the moon as early as 1965. (The United States landed on the moon in 1969.)

Neither the Soviet nor the American version proposed leaving the sad spaceman to die on the moon. Someone would come pick him up in one to three years—just as soon as they figured out how to do it and built the hardware. A total of nine launches would follow his own, delivering a living module, communications module and equipment, construction equipment to build the modules, plus the 9,910 pounds of food, water, and oxygen he was projected to consume while waiting around for his ride.

And who would agree to go? “It is sincerely believed,” wrote Cord and Seale, “that capable and qualified people could be found to volunteer for the mission even if the return possibilities were nil.”

Mary Roach, Packing for Mars: the curious science of life in the void. Norton, 2010. pp. 166-7.

viernes, 6 de marzo de 2015

Rompieron los libros incomprensibles

Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro.

Jorge Luis Borges, Los Teólogos. Obras Completas v. 1. Emecé Editores, 2004. p. 550.

viernes, 11 de febrero de 2011

Tan sólo una piedra

Siddhartha se inclinó, levantó una piedra del suelo y la sopesó en su mano.
—Esto —dijo jugueteando— es una piedra, y dentro de un tiempo determinado quizá sea tierra, y esa tierra se convierta en planta, animal o ser humano. Pues bien, en otro tiempo hubiera dicho: «esta piedra es tan sólo una piedra, carece de valor y pertenece al mundo de Maya; pero como en el ciclo de las transformaciones tal vez llegue a convertirse en hombre o en espíritu, también he de otorgarle un valor.» Así hubiera pensado yo antes. Ahora, en cambio, pienso: esta piedra es una piedra, pero es también animal, también es Dios, también es Buda; la amo y la respeto no porque algún día pueda llegar a ser esto o lo otro, sino porque es y ha sido siempre todo. Y la amo precisamente por esto, porque es piedra y en este momento se me presenta como tal; y descubro un valor y un sentido en cada una de sus venas y concavidades, en el amarillo, en el gris, en la dureza, en el sonido que emite cuando la golpeo, en la sequedad o la humedad de su superficie. Hay piedras que ofrecen al tacto una consistencia oleaginosa o jabonosa, y otras que parecen hojas, o arena, y cada una tiene sus atributos distintivos y reza el Om a su manera, cada una es Brahma, pero al mismo tiempo es una piedra, es oleaginosa o jabonosa, y justamente esto es lo que me gusta y me parece extraordinario y digno de veneración. Pero no me hagas seguir hablando de esto. Las palabras son nocivas para el sentido secreto de las cosas; todo cambia ligeramente cuando lo expresamos, nos parece un poco deformado, un poco necio...; sí, esto también es muy bueno y me agrada mucho: también estoy de acuerdo en que lo que constituye el tesoro y la sabiduría de un ser humano ha de sonar siempre un poco necio al oído de otros.

Hermann Hesse, Siddhartha. Debolsillo, 2010. p.201-2.

sábado, 29 de enero de 2011

Glamour

Publicity is never a celebration of pleasure-in-itself. Publicity is always about the future buyer. It offers him an image of himself made glamorous by the product or opportunity it is trying to sell. The image then makes him envious of himself as he might be. Yet what makes this self-which-he-might-be enviable? The envy of others. Publicity is about social relations, not objects. Its promise is not of pleasure, but of happiness: happiness as judged from the outside by others. The happiness of being envied is glamour.

Being envied is solitary form of reassurance. It depends precisely upon not sharing your experience with those who envy you. You are observed with interest but you do not observe with interest — if you do, you will become less enviable. In this respect the envied are like bureaucrats; the more impersonal they are, the greater the illusion (for themselves and for others) of their power. The power of the glamorous resides in their supposed happiness; the power of the bureaucrat in his supposed authority. It is this which explains the absent, unfocused look of so many glamour images. They look out over the looks of envy which sustain them.

John Berger, Ways of Seeing. Penguin Books, 2008. 126-7.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El premio del martirio

Precisamente por aquel tiempo fueron apresados dos jóvenes que creían en Jesucristo: a uno de ellos desnudáronle enteramente, embadurnaron su cuerpo con miel, y cuando el sol más calentaba, arrojáronlo al suelo y allí lo dejaron expuesto a los aguijonazos de las moscas y de las avispas. Al otro, para que no pudiera defenderse, atáronle sus pies y sus manos con cordones muy vistosos, acostáronlo en un lecho blandísimo situado al aire libre en un paraje de temperatura tibia y suave y en un sitio muy ameno, a orillas de unos riachuelos cuyas aguas producían gratísimos murmullos a los que se unían los cantos de las aves y el embriagador perfume de innumerables arbustos y flores esparcido por la acariciante brisa. Al poco rato de colocar al susodicho joven, cuya alma hallábase repleta de amor a Dios, en semejante ambiente de delicias, hicieron llegar hasta él a una muchacha bellísima, pero sumamente impúdica, para que le tentara y sedujera. Comenzó la tentadora a hacer su oficio; parecía que iba a conseguir su intento, porque el tentado empezó a sentir en su cuerpo desordenados apetitos, aunque también a luchar contra ellos y contra quien despertaba en su ánimo aquellos movimientos; mas, de pronto, deseando a toda costa librarse de su tentadora y no pudiendo hacerlo de otra manera, se retazó la lengua con sus propios dientes y la escupió, lanzándola con fuerza contra el rostro de la impúdica muchacha. Mediante este procedimiento consiguió tres cosas: dominar, con el terrible dolor que sintió en su boca, el ardor de los apetitos de su carne; alejar de su lado a la desvergonzada jovenzuela, y merecer de Dios un premio notable por la victoria que acababa de obtener.

Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada (Selección de Alberto Manguel). 2004, Alianza Editorial. p. 46-7.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Un lugar amigable

Si después del nacimiento se trata al recién nacido con amor y sensibilidad, es posible compensar o contrarrestar gran parte del impacto traumático de esta situación que supone una amenaza para su vida. [...] Estoy convencido de que el hecho del nacimiento tendrá siempre cierto grado de traumatismo, aunque su duración sea breve y la madre sea psicológicamente estable, cariñosa y esté bien preparada. Sin embargo, inmediatamente después del parto, es conveniente colocar al recién nacido sobre el vientre o pecho de la madre, reestableciendo su relación simbiótica con ella. El impacto reconfortante del contacto físico ha sido demostrado experiencialmente [sic] y es bien sabido que los latidos del corazón pueden producir un profundo impacto positivo en el recién nacido.

La situación simbiótica sobre un buen pecho es bastante parecida a la experimentada en un buen útero. En estas circunstancias, puede establecerse un vinculo que, según los estudios recientes [...] parece tener una influencia decisiva en toda la relación futura entre madre e hijo. Si a continuación se sumerge al recién nacido en agua tibia, simulando las condiciones intrauterinas, como lo sugiere el enfoque de Leboyer, esto constituye otro poderoso elemento tranquilizador y curativo. Es como si se le dijera al recién nacido, en un idioma que es capaz de comprender: «no ha ocurrido nada horrible e irreversible. Las cosas han sido difíciles temporalmente, pero ahora te encuentras, más o menos, en el mismo estado que antes. Y así es como es la vida; puede ser dura, pero si uno persiste mejora de nuevo». Este enfoque parece imprimir en el niño, casi a nivel celular, un optimismo general o realismo con relación a la vida, una seguridad sana en sí mismo y la habilidad de enfrentarse a retos futuros. Responde positivamente, para la totalidad de la vida del individuo, a la pregunta que Einstein consideraba fundamental, con relación al problema de la existencia: «¿Es el universo un lugar amigable?».

Stanislav Grof, Psicología transpersonal. Ed. Kairós, 2006. p.281