lunes, 1 de marzo de 2010

La dama debe conservar su señorío

Amor me manda que le entregue a Jaufré mi amor, mi corazón y a mí misma, y que me abandone por completo a él para hacer lo que él tenga a bien, sin que en nada le contradiga: así es como debe obrar una amiga. Y estoy dispuesta a hacerlo con voluntad, a nada que a él le plazca pedírmelo; porque Amor no puede pretender que sea yo quien vaya a rogarle y a requerirle, puesto que mi estima sería destruida. En esto, la dama debe conservar su señorío: que ha de ser el hombre quien le suplique y ella debe escucharlo, y si aquel amor no le agrada, no debe oírlo más de una vez, para no hacer concebir al enamorado una esperanza que ella no tiene en su voluntad cumplir. Pero si le agrada y considera que es como ella merece, conviene que se haga rogar tres veces por lo menos. Porque no supondrá ninguna vergüenza que aquel que quiera su amor tenga que rogárselo tres veces, antes la debería estimar más; porque los hombres son más deseosos, se muestran más ávidos y voluntariosos del objeto que les place, cuando ven que no pueden conseguirlo. Y ya, una vez que lo tienen, lo guardarán mejor que no otro que lo hubiera obtenido con mayor facilidad: porque las cosas baratas nunca son buenas.

Anónimo, Jaufré. Ed. Gredos, 1996. p. 227.