jueves, 29 de abril de 2010

Un hombre relativamente moral

Alguna vez contaré la historia de mi vida, lo conmovedora e instructiva que fue durante esos diez años de mi juventud. Creo que muchas, muchas personas han experimentado lo mismo. Deseaba con toda mi alma ser bueno; pero era joven, tenía pasiones, y estaba solo, completamente solo, en mi búsqueda del bien. Cada vez que trataba de expresar mis deseos más íntimos, esto es, que quería ser moralmente bueno, no encontraba más que desprecio y burlas; pero cuando me entregaba a las viles pasiones, los demás me elogiaban y alentaban.
[...] No puedo recordar aquellos años sin horror, sin repugnancia y sin un dolor en el corazón. Mataba a hombres en la guerra, retaba a otros a duelo para matarlos, perdía dinero jugando a las cartas, dilapidaba el fruto del trabajo de los campesinos, los castigaba; fornicaba, me valía de engaños. La mentira, el robo, la promiscuidad de todo tipo, la embriaguez, la violencia, el asesinato... No existe crimen que no hubiera cometido, y por todo ello me alababan, y mis coetáneos me consideraban, y aún me consideran, un hombre relativamente moral.

Lev Tolstói, Confesión. Acantilado, 2008. p. 13–14.