–Me maravilla, Tom… –y al instante, el señor Gradgrind, que era la persona que distraídamente escuchaba, dio un paso hacia la luz:
–Louisa, dijo–, maravillarse, jamás.
He aquí dónde radicaba el resorte del arte mecánico y misterioso de educar sin caer en el cultivo de los sentimientos y los afectos: en jamás maravillarse. Mediante la adición, la sustracción, la multiplicación y la división, resolverlo todo de alguna manera, pero maravillarse, jamás. Traedme, dice el señor M’Choakumchild, esos pequeñuelos que apenas saben andar, y yo me ocuparé de que no se maravillen nunca.
Charles Dickens, Tiempos difíciles. RBA Libros, 2009. p.105.