lunes, 24 de mayo de 2010

Maravilloso, corazón maravilloso…

Un día, cuando Louisa era media docena de años más joven, se la había entreoído comenzar una conversación con su hermano, diciendo:

–Me maravilla, Tom… –y al instante, el señor Gradgrind, que era la persona que distraídamente escuchaba, dio un paso hacia la luz:

–Louisa, dijo–, maravillarse, jamás.

He aquí dónde radicaba el resorte del arte mecánico y misterioso de educar sin caer en el cultivo de los sentimientos y los afectos: en jamás maravillarse. Mediante la adición, la sustracción, la multiplicación y la división, resolverlo todo de alguna manera, pero maravillarse, jamás. Traedme, dice el señor M’Choakumchild, esos pequeñuelos que apenas saben andar, y yo me ocuparé de que no se maravillen nunca.

Charles Dickens, Tiempos difíciles. RBA Libros, 2009. p.105.