-¿Cuál es la sorpresa secreta, papaíto?, preguntó la chiquitina Sue Hollister.
-Sí -adujo Holly-. Nos prometiste una sorpresa y hemos venido a verla.
Los cinco hermanos Hollister acababan de entrar en el Centro Comercial, una tienda con departamentos de ferretería, artículos deportivos y juguetes, situada en el sector comercial de Shoreham, y que estaba dirigida por su padre.
-Venid por aquí-, les contestó el señor Hollister, un hombre alto y atlético, conduciéndoles a la trastienda.
Los cinco niños rebosaban entusiasmo y emoción, mientras seguían a su padre. Sue, la más pequeña, tenía cuatro años y el cabello muy rubio; iba de la mano de su padre. Junto a ella caminaba su hermana de seis años, Holly, retorciéndose una de las trencitas. A continuación avanzaba el pelirrojo Ricky, un pecosillo de 8 años. Pam y Pete cerraban la marcha. Pam, de diez años, tenía el cabello ondulado y moreno, y una dulce sonrisa. Pete, con dos años más que Pam, llevaba el pelo alborotado y era un muchachito guapo y cortés.
Una vez en la trastienda, el señor Hollister se detuvo y señaló la pared. -Ahí está la sorpresa-, dijo.
-¡Son relojes de cuco!-, exclamaron a coro los niños.
Jerry West, Los Hollister y el reloj de cuco. Ediciones Toray, 1985. p. 7-8.
-Sí -adujo Holly-. Nos prometiste una sorpresa y hemos venido a verla.
Los cinco hermanos Hollister acababan de entrar en el Centro Comercial, una tienda con departamentos de ferretería, artículos deportivos y juguetes, situada en el sector comercial de Shoreham, y que estaba dirigida por su padre.
-Venid por aquí-, les contestó el señor Hollister, un hombre alto y atlético, conduciéndoles a la trastienda.
Los cinco niños rebosaban entusiasmo y emoción, mientras seguían a su padre. Sue, la más pequeña, tenía cuatro años y el cabello muy rubio; iba de la mano de su padre. Junto a ella caminaba su hermana de seis años, Holly, retorciéndose una de las trencitas. A continuación avanzaba el pelirrojo Ricky, un pecosillo de 8 años. Pam y Pete cerraban la marcha. Pam, de diez años, tenía el cabello ondulado y moreno, y una dulce sonrisa. Pete, con dos años más que Pam, llevaba el pelo alborotado y era un muchachito guapo y cortés.
Una vez en la trastienda, el señor Hollister se detuvo y señaló la pared. -Ahí está la sorpresa-, dijo.
-¡Son relojes de cuco!-, exclamaron a coro los niños.
Jerry West, Los Hollister y el reloj de cuco. Ediciones Toray, 1985. p. 7-8.