El futuro chamán atrae la atención de forma progresiva a causa de su extraño comportamiento; por ejemplo, busca la soledad, es despistado, le gusta vagar por los bosques o por lugares poco frecuentados, tiene visiones, canta en sueños, etc. En algunos casos este período de incubación viene señalado por varios síntomas bastante serios. Entre los yakutos, el joven a veces padece estallidos de furia y pierde la conciencia con facilidad, se esconde en el bosque, se alimenta de la corteza de los árboles, se tira al agua y al fuego, y se corta con cuchillos. Según Shirokogorov, los futuros chamanes entre los tungús, cuando se acercan a la madurez, atraviesan una crisis histérica o histeroide, pero a veces la vocación se manifiesta por sí misma a una edad más temprana: el muchacho huye a las montañas y permanece allí durante una semana o más, "alimentándose de animales, a los que despedaza con los dientes". Luego regresa al poblado, sucio, ensangrentado, con la ropa destrozada y el cabello desordenado, "como un salvaje". Y sólo después de un mínimo de diez días empieza a balbucear palabras incoherentes.
Mircea Eliade, Mitos sueños y misterios.