viernes, 18 de diciembre de 2009

No encontraremos nada

¿Cuál era el elemento del pensamiento? ¿Era la célula cerebral? ¿Mediante qué procedimientos células que parecían poco diferenciadas recibían las impresiones, archivaban la memoria, fabricaban la imaginación, la voluntad y el razonamiento? En este tenor, Babeuf pasaba el día en su laboratorio haciendo cortes de cerebro, seccionándolos y examinándolos al microscopio. Conocía perfectamente la histología de todas las partes de la sustancia cerebral y la estructura de las células. Pero para el conocimiento de la verdad, la célula no ayudaba más que un acta firmada o un recibo de cuenta. Era un hecho que no revelaba la personalidad en lo más mínimo. ¿Podría desarmársele e ir más lejos? Quizá, pero Babeuf estaba convencido de que la ciencia del cuerpo humano, tal como la de los hechos humanos, tenía límites. Y repetía:

-No encontraremos nada. Jamás encontraremos nada. Pero cortemos cerebros. Sí, a trabajar. Hay que cortar cerebros.

Marcel Schwob, La mano gloriosa y otros cuentos. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Autónoma de México, 2006. p. 38.