»Después hablarán los alguaciles a la tropa: 'Quien haya edificado una casa y no la haya estrenado, que se retire y vuelva a su casa, no vaya a morir en combate y la estrene otro'. 'Quien haya plantado una viña y no la haya vendimiado todavía, que se retire y vuelva a casa, no vaya a morir en combate y la vendimie otro'. 'Quien esté prometido a una mujer y no se haya casado todavía, que se retire y vuelva a casa, no vaya a morir en combate y otro se case con ella'.
»Los alguaciles añadirán a la tropa: 'Quien tenga miedo y se acobarde, que se retire y vuelva a casa, no vaya a contagiar su cobardía a sus hermanos'.
»Cuando los alguaciles hayan terminado de arengar a la tropa, se nombrarán jefes al mando de la tropa.
»Cuando te acerques a atacar una ciudad, primero propónle la paz. Si ella te responde 'Paz' y te abre las puertas, todos sus habitantes te servirán en trabajos forzados; pero si no acepta tu propuesta de paz, sino que mantiene las hostilidades, le pondrás sitio, y cuando el Señor la entregue en tu poder, pasarás a cuchillo a todos sus varones.
Las mujeres, los niños, el ganado y demás bienes de la ciudad los tomarás como botín, y comerás el botín de los enemigos que te entregue el Señor, tu Dios.
»Lo mismo harás con todas las ciudades remotas que no pertenecen a los pueblos de aquí. Pero en las ciudades de estos pueblos cuya tierra te entrega el Señor, tu Dios, en heredad no dejarás un alma viviente: dedicarás al exterminio a hititas, amorreos, cananeos, fereceos, heveos y jebuseos, como te mandó el Señor, para que no os enseñen a cometer las abominaciones que ellos comenten con sus dioses y no pequéis contra el Señor, vuestro Dios.
Deuteronomio 20, 5-18. Luis Alonso Schökel, Biblia del Peregrino. Ediciones Mensajero, 2001.