viernes, 2 de enero de 2009

La suya no era una relación muy cercana

En la primera secuencia que Kendon me mostró, pasada a cámara lenta, las etapas se notaban claramente. Primero el encuentro visual. Una mujer con vestido de flores, sentada bajo un árbol, estiraba el cuello tratando de ver quién llegaba. Luego se puso de pie sonriendo, pero mostrando solamente los dientes superiores. La sonrisa «superior», como la denominan ahora algunos etólogos británicos, se empieza a identificar como sonrisa típica de bienvenida.
La mujer avanzó al encuentro de los invitados, siguiendo la etapa de aproximación. Visto a cámara lenta, parecía deslizarse sobre el suelo, suavemente como un globo, con el largo cabello flotándole por detrás. Exclamó «Hola» con la cabeza hacia atrás y luego la bajó esquivando la mirada. Generalmetne, me explicó Lendon, esta breve inclinación de la cabeza sigue a un saludo a distancia.
Al acercarse a lo que para ella parecía representar el límite de su territorio -una y otra vez se detenía en aquel punto al salir al encuentro de los invitados-, se paró y esperó. Como dueña del territorio, mantuvo una mirada bastante fija, pero por lo general sus invitados se le aproximaron desviando los ojos. Al penetrar en el terriotorio de otro, me explicó Kendon, rara vez se mira al dueño directamente a los ojos, esto se podría tomar como un desafío.
Inmediatamente antes de llegar hasta la dueña de la casa, una invitada inclinó la cabeza visiblemente, gesto tan común en esta etapa que Kendon lo ha bautizado como «corte en la fase previa al saludo cercano». Luego la invitada levantó un brazo y lo cruzó frente a sí, ladeó la cabeza y sonrió. Un psiquiatra interpretaría ese cruzar el brazo como un gesto de defensa, y tal vez sea así. A Kendon le intriga especialmente que Jane Goodall haya observado gestos idénticos entre los chimpancés, particularmente en los subordinados que se aproximan o en aquellos que han sido aproximados por uno más dominante.
Luego la invitada extendió la mano haciendo un gesto que dejó la palma a la vista y que nuevamente se asemejó mucho al que realizan los chimpancés. [...] Ambas mujeres se dieron la mano, y finalmente retrocedieron volviéndose hacia otro lado, lo que indicaría, si Kendon y Ferber están en lo cierto, que la suya no era una relación muy cercana.

Flora Davis, La comunicación no verbal. Alianza Editorial, 2002. pp. 63-64.