lunes, 5 de enero de 2009

Semper virgo

La posición que se impondrá está expresada, en el siglo II, por el Protoevangelio de Santiago: María permaneció virgo in partu y post partumes decir, fue semper virgo. En el conjunto de los personajes del escenario primordial cristiano, María terminó asumiendo un papel cada vez más sobrenatural. Así, el segundo concilio de Nicea (789) la coloca por encima de los santos, a los cuales se les reserva simplemente la reverencia (douleia), mientras que a María se le debe tributar la «superreverencia» (hyperdouleia). Insensiblemente María se convierte en un personaje de la familia divina: la Madre de Dios. La dormitio virginis se transforma en Maria in caelis adsumpta; María, a quien los Franciscanos excluyen del pecado original, termina convirtiéndose en Mater Ecclesiae, mediatrix e intercessor en favor del género humano ante Dios. De esta manera el cristianismo instaura en el cielo un modelo familiar mucho menos riguroso e inexorable que el patriarcado solitario del Dios bíblico.

Mircea Eliade, Ioan P. Couliano, Diccionario de las religiones. Paidós, 2007. pp. 133-4