En relaciones de buena amistad con el que informa. Alumno con varias distinciones en Keuperheim, buen conocedor de la filosofía antigua, muy interesado por cuestiones filosóficas, hizo estudios sobre Leibniz, Bolzano, y más tarde, sobre Platón. Es el jugador de abalorios con más talento y brillantez que jamás he conocido. Estaría predestinado a ser Magister Ludi si su carácter, a causa de una salud muy delicada, no fuera tan poco apropiado para ello. Tegularius no debe llegar nunca a un puesto directivo o representativo ni a una función organizadora. Esto sería para él y para el cargo una verdadera desgracia. Su insuficiencia se exterioriza corporalmente en estados depresivos, períodos de insomnio y dolores nerviosos; espiritualmente se manifiesta en melancolía, violenta necesidad de estar solo, angustia ante el deber y la responsabilidad, y es de suponer que incluso en ideas de suicidio. A pesar de hallarse en tan deplorable estado se mantiene en forma sirviéndose de la meditación y de una estricta autodisciplina, con tal ánimo, que los que le tratan no tienen la menor idea de la gravedad de sus padecimientos y sólo se aperciben de su gran timidez y reserva. Si bien no está caracterizado para regir los más altos cargos, viene a ser por otra parte una pieza valiosísima e insustituible en el Vicus Lusorum. Domina la técnica de nuestro juego como un gran músico su instrumento; halla a ciegas los matices más delicados y no es de despreciar como pedagogo.
Herman Hesse, El juego de los abalorios. Alianza Editorial, 1999. pp. 157-8