Sexto encuadre. Aparece el rostro de Steve Canyon. Belleza masculina, de rasgos marcados, una cara firme y tensa: madurez y vigor. Nos remite a una serie de estereotipos holliwoodianos, desde Van Jhonson a Cary Grant. LA corriente de simpatía con el rostro de Steve no se funda, pues, en una mera virtud evocadora del hecho plástico, sino en la cualidad de «signo» que el hecho plástico asume y que nos remite, con función jeroglífica, a una serie de tipos de estándar, de ideas sobre virilidad que forman parte de un código conocido por el lector. La simple delimitación gráfica de los contornos constituye el elemento convencional de un lenguaje. En resumen, Steve es elemento iconográfico estudiable iconológicamente como el santo de una miniatura, con sus atributos canónicos y un tipo de terminado de barba o aureola. Steven abre luego la puerta de su despacho; que el despacho es suyo se nos advierte por medio del nombre qu figura en el cristal. En cuanto a la razón social de la empresa, no hace más que acrecer la impresión, la fascinación de la situación y el personaje. Jugueteando con la expresión financiera limited, la empresa de Steve se llama Horizons Unlimited, horizontes ilimitados. ¿Exportación, investigaciones arqueológicas, viajes espaciales, transportes aéreos, investigaciones policíacas, contrabando, compra-venta de secretos atómicos? Probablemente, como se verá por las viñetas siguientes, se trata de una agencia dedicada a asuntos de toda clase, una agencia que ha hecho del riesgo su actividad profesional.
Umberto Eco, Lectura de «Steve Canyon». En: Apocalípticos e integrados. Ed. Tusquets, 2003. p.147-8.