-En ocasiones la tarjeta dice: “EN CASA”-aclaró Guillermo- ¡Troncho! Esa gente piensa que a los demás nos ha de importar mucho que estén dentro o fuera de la casa. ¡Se deben de considerar muy importantes!
La verdad era que a Guillermo el dispositivo en cuestión le había fascinado desde la primera vez que lo viera.
-Son nuevos vecinos, ¿no? –preguntó Pelirrojo.
-Sí. Llegaron a esta casa el mes pasado. Roberto está loco por la chica.
-¡Bah! También lo estaba por la muchacha que vivía aquí antes, ¿ no te acuerdas?
Guillermo suspiró. Las veleidades de su hermano, siempre andando tras una u otra chica de la vecindad, le producían una humillante sensación. Guillermo era -mejor dicho él se creía ser-, un enemigo de las mujeres, considerándose invulnerable ante los ataques y ardides más atractivos y sugerentes del sexo opuesto.
Richmal Crompton, Guillermo, buscador de tesoros. Editorial MOLINO, Barcelona, 1980. p. 9-10