lunes, 27 de julio de 2009

Laurel Bank

El chico se detuvo. Estaban pasando frente a una gran casa de estilo Victoriano, llamada “Laurel Bank”. Al final del breve camino interior de la finca vieron la puerta de la entrada abierta, lo que les permitió descubrir una mesita cuadrada de roble adosada a la pared del vestíbulo. En la mesa había un bastidor pequeño de cuero con los nombres: “Teniente Coronel Masters”, “ Señora Masters” y “Señorita Diana Masters”. En el punto opuesto distinguieron una ranura en la que había sido encajada una tarjeta impresa con la palabra “AUSENTES”.

-En ocasiones la tarjeta dice: “EN CASA”-aclaró Guillermo- ¡Troncho! Esa gente piensa que a los demás nos ha de importar mucho que estén dentro o fuera de la casa. ¡Se deben de considerar muy importantes!

La verdad era que a Guillermo el dispositivo en cuestión le había fascinado desde la primera vez que lo viera.

-Son nuevos vecinos, ¿no? –preguntó Pelirrojo.

-Sí. Llegaron a esta casa el mes pasado. Roberto está loco por la chica.

-¡Bah! También lo estaba por la muchacha que vivía aquí antes, ¿ no te acuerdas?

Guillermo suspiró. Las veleidades de su hermano, siempre andando tras una u otra chica de la vecindad, le producían una humillante sensación. Guillermo era -mejor dicho él se creía ser-, un enemigo de las mujeres, considerándose invulnerable ante los ataques y ardides más atractivos y sugerentes del sexo opuesto.

Richmal Crompton, Guillermo, buscador de tesoros. Editorial MOLINO, Barcelona, 1980. p. 9-10