-Se me está poniendo la piel de gallina -anunció Candy.
-¿Tiene usted idea de en qué consistía ese secreto? -interrogó Dick.
-No. Jamás pude sonsacarle nada -admitió el detective. Pero sea lo que sea, quizá tenga que ver con los mensajes que estáis descifrando. Jim Brennan amaba y respetaba demasiado los acertijos para incluirlos en su testamento sólo por juego.
-Eso es cierto -murmuró Paul-. Condenadamente cierto.
-Atiza -exclamó Tom-. ¿Qué creéis que encontraremos si llegamos al final de la cadena de enigmas?
-Problemas -dijo Whisper, lamiéndose los labios manchados de yogurt.
Jonathan Gibb, La brigada juvenil. El enigma del acertijo burlón; p.58. Ed. Martínez Roca, 1980.