viernes, 24 de octubre de 2008

Victor, el niño salvaje

Cierto día en que se hallaba en la cocina cociendo unas patatas, dos personas se pusieron a discutir muy animosamente a sus espaldas, sin que él les prestase de momento la más mínima atención; pero cuando un tercero se aproximó a terciar en la disputa, iniciando todas sus interpelaciones con las palabras «Oh, c'est différent», pude observar cómo todas las veces que aquella persona soltaba su exclamación favorita, «oh», nuestro niño bravío no dejaba de volver rápidamente la cabeza. A la tarde, hacia la hora de acostarlo, hice algunos experimentos con aquel mismo sonido y vine a obtener más o menos parejos resultados: le hice desfilar ante el oído todos los demás sonidos simples a los que damos el nombre de vocales, sin conseguir el más pequeño efecto. Fue, pues, esta marcada preferencia por la O lo que me resolvió a ponerle un nombre que terminase por dicha vocal, y elegí el de Victor. Este es el nombre con el que se ha quedado, y rara vez deja de volver la cabeza o de acudir cuando se dice en alta voz. Y aun acaso a esta misma razón puede achacarse el que más adelante haya llegado a comprender el sentido de la palabra no, de la que a menudo me sirvo para hacerle volverse de su error cuando se equivoca en sus pequeños ejercicios.

Jean Itard. Memoria e Informe sobre Victor de l'Aveyron; p.34-5. Ed. Alianza, 1982.