Un mono de catorce metros de altura (algunos entusiastas dicen que quince), es evidentemente encantador, pero tal vez no basta. No es un mono jugoso; es un reseco y polvoriento artificio de movimientos esquinados y torpes. Su única virtud -la estatura- parece no haber impresionado mucho al fotógrafo, que se obstina en no retratarlo de abajo sino de arriba -enfoque a todas luces desacertado, que invalida y anula su elevación. Falta añadir que es jorobado y de piernas chuecas: rasgos que lo achican también. Para que nada tenga de extraordinario, lo hacen luchar con monstruos mucho más raros que él, y le destinan alojamiento en falsas cavernas de catedralicio grandor, donde se pierde su afanosa estatura. Un amor carnal o romántico por Miss Fay Wray perfecciona la ruina de ese gorila monumental y también la del film.
Jorge Luis Borges, Reseña aparecida en Selección, Cuadernos Mensuales de Cultura, Buenos Aires, Nº 3, Julio de 1933. Extraído de: Jorge Luis Borges, Textos recobrados 1931-1955, Ed. Emecé, 2001