JUEZ WILLS: Oscar Wilde y Alfred Taylor: El crimen por el cual han sido condenados es tan terrible que uno debe refrenarse severamente para no describir, con un lenguaje que prefiero no usar, los sentimientos que deben suscitarse en el pecho de todo hombre de honor que haya oído los detalles de estos dos terribles procesos. No tengo el más leve asomo de duda de que el jurado ha llegado a un veredicto correcto en esta causa. Espero que aquellos que a veces se imaginan que un juez es indiferente en una causa sobre decencia y moralidad, porque cuida de que ningún prejuicio interfiriera en ella, puedan comprobar que esta actitud es compatible con el sentimiento de la más grande indignación antes las horribles acusaciones presentadas contra ustedes.
No es necesario que les arengue. Personas que pueden hacer semejantes cosas deben estar muertas a toda sensación de vergüenza y uno no puede esperar producir ningún efecto sobre ellas. Éste es el peor caso que he tenido que juzgar. De que usted, señor Taylor, mantenía una especie de prostíbulo masculino, no existe ninguna duda. Y de que usted, señor Wilde, ha sido el centro de una corrupción que se iba propagando, una corrupción de la peor especie, entre hombres jóvenes, tampoco existe la menor duda.
Bajo tales circunstancias, esperen la sentencia más severa que permite la ley. A mi juicio es totalmente inadecuada para una causa como ésta. La sentencia de este tribunal es que cada uno de ustedes sea encarcelado y condenado a trabajos forzados, durante dos años.
(Se oyeron algunos gritos de "¡Oh, oh!" y "¡"Qué vergüenza!").
OSCAR WILDE: ¿Y yo? ¿No puedo decir nada, Su Señoría?
(El juez Wills no contestó. Hizo una señal con la mano a los guardianes, para que sacaran rápidamente a los detenidos de su vista).
El jurado fue disuelto.
El tribunal se retiró.
Los procesos contra Oscar Wilde. Valdemar, 1996. pp.378-9