No está claro hasta qué punto adoraban las brujas al diablo. La idea de que lo hacían fue concebida por la Iglesia, dado que, de manera incuestionable, hizo de la brujería una herejía. Antes de ser acusadas de adorar al diablo, la Iglesia, por medio del Canon episcopi, proclamó que adoraban a Diana. En los sabbats y demás reuniones, los que dirigían solían llevar máscaras con cuernos y pieles de animales, cosas que la Iglesia condenó siempre. A otros maestros se les describía vistiendo ropas negras semejantes a las que se atribuían al diablo. Estos dirigentes eran indudablemente sacerdotes humanos que hacían de manifestaciones del dios de las brujas, ya fuera este el diablo o el dios cornudo de las creencias primitivas.
Tras un siglo de repetir que adoraban al diablo, muchas brujas ignorantes acabaron por creerlo. Efectivamente, centenares de ellas confesaron tal herejía, aunque en la mayoría de las confesiones eran los inquisidores quienes introducían al diablo, y las brujas asentían bajo tortura. Es posible, también, que algunas de las brujas que supuestamente confesaron que el diablo era su dios no llegaran jamás a decir esto en realidad. Las confesiones eran anotadas por monjes que estaban firmemente convencidos de que las brujas adoraban al diablo, y estos escribas de la Iglesia pudieron poner la palabra diablo allí donde la bruja hizo referencia a su señor dios. La bruja ignorante no habría visto la diferencia.
Frank Donovan, Historia de la brujería. Ed. Alianza, 1978. p.143.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Máscaras con cuernos
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