Vimos, al hablar de santidad, cómo algunos caracteres se resienten de la confusión y han de vivir en estado de pureza, regularidad y simplicidad. Para otros, por el contrario, la sobreabundancia, el exceso de tensión, la propia estimación y otras relaciones superficiales son indispensables. Hay hombres que sufrirían un síncope si se pagasen todas sus deudas, se lograsen mantener todos sus compromisos, se contestasen sus cartas, se aligerasen sus problemas y se cumpliesen sus obligaciones, hasta que sólo quedara una mesa limpia, ante sus ojos, sin nada que interfiera su realización inmediata. Un día tan libre y sorprendentemente desnudo sería para ellos espantoso. Lo mismo pasa con la comodidad, la elegancia, las muestras de afecto, los reconocimientos sociales; algunos de nosotros necesitamos un buen número de estas cosas que a otros les parecerían un conjunto de mentiras y sofisticación.
William James, Las variedades de la experiencia religiosa; p.504. Ed. Orbis, 1988.