miércoles, 31 de diciembre de 2008

Continuum musical

En el campo de la música ligera -sin plantearnos el problema de la validez estética de este género de producto- el disco, la radio, el hilo musical, y el juke box proporcionan al hombre de hoy una especie de «continuum musical» en el que moverse en todos los momentos del día. El despertar, las comidas, el trabajo, las compras en los grandes almacenes, la diversión, el viaje en coche, el amor, la excursión, el momento que precede al sueño, se desarrollan en este «acuario sonoro» en el que la música ya no se consume como música, sino como «rumor». Este rumor se ha hecho hasta tal punto indispensable que sólo dentro de algunas generaciones será posible percatarse del efecto de semejante práctica sobre la estructura nerviosa de la humanidad.

Umberto Eco, La música y la máquina. Extraído de: Apocalípticos e integrados. Ed. Tusquets, 2003.  p.291.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Oscuridad

No existe espacio si no existe luz. No es posible pensar el mundo sin pensar la luz [lo dijo Heráclito, lo dijo Einstein, lo dijo el Equipo-A en el capítulo 237, lo dijeron tantos]. Y sin embargo dentro de cada cuerpo todo es oscuridad, zonas del Universo a las que la luz jamás tocará, y si lo hace es porque está enfermo o descompuesto. Asusta pensar que existes porque existe en ti esa muerte, esa noche para siempre. Asusta pensar que un PC está más vivo que tú, que adentro es todo luz.

Agustín Fernández Mallo, Nocilla Dream; p.172. Ed. Candaya, 2007.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Rejected subjects

For greater clarity, here are the rejected subjects, no matter how well executed, even if perfectly:

1. History painting, prosaic and from a textbook like Delaroche;
2. Patriotic and military painting, such as by Meissonier, Neuville, Detaille;
3. All representations of contemporary, private or public life;
4. The portrait -except if it is not datable by costume and achieves style;
5. All rustic scenes;
6. All landscapes, except those composed in the manner of Poussin;
7. Seascape; sailors;
8. All humorous things;
9. Merely picturesque Orientalism;
10. All domestic animals and those relating to sport;
11. Flowers, still-life, fruits, accessories and other exercises that painters ordinarily have the effrontery to exhibit.

Extracto de las normas redactadas por Joséphin Péladan para el Salon de la Rose+Croix. En: Edward Lucie-Smith, Symbolist Art. Thames and Hudson, 1997. p.111.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

14 East 95th St., New York City. 12 diciembre 1952

A "sus amigos del 84 de Charing Cross Road":

La Antología del aficionado a los libros salió del embalaje con su encuadernación de piel con estampaciones en oro y sus cantos dorados: es, sin lugar a dudas, el libro más hermoso que poseo, incluida mi primera edición de Newman. Parece tan nuevo y tan flamante como si nadie lo hubiera hojeado nunca, pero alguien lo ha leído: se abre espontáneamente por sus pasajes más bellos, y el fantasma de su anterior propietario me señala párrafos que jamás he leído antes. Como las descripción que hace Tristam Shandy de la notable biblioteca de su padre, que "contenía todos los libros y tratados escritos sobre el tema de las grandes narices". (¡Frank! ¡Consígueme un Tristam Shandy!)
No me parece que éste sea un intercambio de regalos de Navidad muy equitativo. Vosotros os comeréis el vuestro en una semana y antes del día de Año Nuevo os quedaréis sin nada. Yo, en cambio, conservaré el mío hasta el día que me muera..., y moriré feliz sabiendo que lo dejo detrás para que algún otro lo aprecie. Pienso marcarlo a conciencia con suaves indicaciones a lápiz, para atraer la atención de un amante de los libros aún por nacer sobre los mejores pasajes.
Gracias a todos. ¡Feliz Año Nuevo!

Helene

Helene Hanff, 88, Charing Cross Road. Ed. Anagrama, 2005. p. 77.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Si se pagasen todas sus deudas

Vimos, al hablar de santidad, cómo algunos caracteres se resienten de la confusión y han de vivir en estado de pureza, regularidad y simplicidad. Para otros, por el contrario, la sobreabundancia, el exceso de tensión, la propia estimación y otras relaciones superficiales son indispensables. Hay hombres que sufrirían un síncope si se pagasen todas sus deudas, se lograsen mantener todos sus compromisos, se contestasen sus cartas, se aligerasen sus problemas y se cumpliesen sus obligaciones, hasta que sólo quedara una mesa limpia, ante sus ojos, sin nada que interfiera su realización inmediata. Un día tan libre y sorprendentemente desnudo sería para ellos espantoso. Lo mismo pasa con la comodidad, la elegancia, las muestras de afecto, los reconocimientos sociales; algunos de nosotros necesitamos un buen número de estas cosas que a otros les parecerían un conjunto de mentiras y sofisticación.

William James, Las variedades de la experiencia religiosa; p.504. Ed. Orbis, 1988.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Al final de la adolescencia

Al final de la adolescencia se es fanático por definición; yo también lo fui, y hasta el ridículo. ¿Se acuerda de la época en que echaba pestes incendiarias menos por el gusto de escandalizar que por necesidad de escapar a una fiebre que, sin el exutorio de la demencia verbal, me hubiera consumido? Persuadido de que los males de nuestra sociedad venían de los viejos, concebí la idea de una liquidación de todos los ciudadanos que hubiesen sobrepasado los cuarenta años, principio de la esclerosis y de la momificación, recodo a partir del cual, creía yo, todo individuo se convierte en un insulto para la nación y en un peso para la colectividad. Tan admirable me pareció el proyecto, que no dudaba en divulgarlo; los interesados apreciaron mediocremente el tenor de la cuestión y me calificaron de caníbal; mi carrera de benefactor público empezaba bajo malos augurios. Usted mismo, tan generoso y tan emprendedor, a fuerza de reservas y de objeciones me llevó a abandonar mi proyecto. ¿Era tan condenable? Expresaba simplemente lo que todo hombre que ama a su país desea en el fondo de su corazón: la supresión de la mitad de sus compatriotas.

E. M. Cioran, A propósito de dos clases de sociedad. Carta a un amigo lejano. En: Historia e utopía. Tusquets Editores, 2003. pp.20-21.

lunes, 15 de diciembre de 2008

¿Para qué son los muchachos y las jóvenes?

-¿Qué criterio emplean para decidir cuál es una buena escuela? -interrogó Will.
-El éxito.
-¿En qué? ¿En la obtención de becas? ¿En la preparación para un puesto? ¿En la obediencia a los imperativos categóricos locales?
-Todo eso, por supuesto -repuso Meno-. Pero sigue en pie el problema fundamental. ¿Para qué son los muchachos y las jóvenes?
Will se encogió de hombros.
-La respuesta depende de dónde se domicilie uno. Por ejemplo, ¿para qué son los muchachos y las jóvenes en Norteamérica? Respuesta: para el consumo en masa. Y los corolarios del consumo en masa son las comunicaciones en masa, la publicidad en masa, los narcóticos en masa en forma de televisión, meprobamato, pensamiento positivo y cigarrillos. Y ahora que Europa ha irrumpido en el campo de la producción en masa, ¿para qué serán todos sus muchachos y todas sus jóvenes? Para el consumo en masa y todo lo demás... lo mismo que los de Norteamérica. En tanto que en Rusia hay una respuesta distinta. Las jóvenes y los muchachos son para el fortalecimiento del estado nacional. De ahí todos esos ingenieros y profesores de ciencias, para no hablar de las cincuenta divisiones preparadas para el combate en cualquier momento, y equipadas con todo, desde tanques y bombas H hasta cohetes de largo alcance. Y en China es lo mismo, pero muchísimo más. ¿Para qué son allí los muchachos y las chicas? Para carne de cañón, carne de la industria, carne de la agricultura, carne de construcción de caminos. De modo que Oriente es Oriente y Occidente, Occidente... por el momento. Pero puede que los dos se encuentren en una de dos maneras. Puede que Occidente llegue a tenerle tanto miedo a Oriente, que deje de pensar que los jóvenes y las muchachas son para el consumo en masa y decida que son para carne de cañón, y para fortalecer al estado. O a la inversa, Oriente puede encontrarse bajo tal presión de las masas hambrientas de artefactos que ansían volverse occidentales, que sea obligado a cambiar de opinión y diga que los muchachos y las chicas son en realidad para el consumo en masa. Pero eso queda para el futuro.

Aldous Huxley, La Isla. Edhasa, 2003. pp. 280-1.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Comer

En la época de las saturnales, toleraba el olor a fritura de las plazas públicas. Pero los festines de Roma me llenaban de tal repugnancia y hastío que alguna vez, cuando me creí próximo a la muerte durante un reconocimiento o una expedición militar, me dije para reconfortarme que por lo menos no tendría que volver a participar de una comida. No me infieras la ofensa de tomarme por un vulgar renunciador; una operación que tiene lugar dos o tres veces por día, y cuya finalidad es alimentar la vida, merece seguramente todos nuestros cuidados. Comer un fruto significa hacer entrar en nuestro ser un hermoso objeto viviente, extraño, nutrido y favorecido como nosotros por la tierra; significa consumar un sacrificio en el cual optamos por nosotros frente a las cosas. Jamás mordí una miga de pan de los cuarteles sin maravillarme de que ese amasijo pesado y grosero pudiera transformarse en sangre, en calor, acaso en valentía.

Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano; p.46. Círculo de Lectores, 2002.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Envenenar a un monje

Escribí una novela porque tuve ganas. Creo que es una razón suficiente para ponerse a contar. El hombre es por naturaleza un animal fabulador. Empecé a escribir en marzo de 1978, impulsado por una idea seminal. Tenía ganas de envenenar a un monje. Creo que las novelas nacen de una idea de ese tipo y que el resto es pulpa que se añade al andar. La idea debía de ser anterior. Más tarde encontré un cuaderno de 1975 con una lista de monjes que vivían en un convento sobre el que no constaban detalles. Nada más. Al comienzo me puse a leer el Traité des poisons de Orfila, que veinte años atrás junto al Sena le había comprado a un bouquiniste por pura fidelidad huysmaninana (Làbas). Como ninguno de los venenos me satisfacía, le pedí a un amigo biólogo que me indicarse un fármaco que tuviera determinadas propiedades (que fuese absorbible por la piel al manipular algún objeto). Destruí en seguida la carta en que me respondía que no conocía veneno alguno que tuviese esas características, porque, leídos en otro contexto, ese tipo de documentos pueden llevarnos a la horca.

Umberto Eco, Apostillas a El nombre de la rosa; p.21-2. Ed. Lumen, 2000.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Costumbres de los khond de la India

El meriah era una víctima voluntaria, comprada por la comunidad; se le dejaba con vida durante años, podía casarse y tener hijos. Pocos días antes de sacrificarle, el meriah era consagrado, es decir, identificado con la divinidad a la que se le iba a sacrificar: la multitud danzaba a su alrededor y le veneraba. A continuación, oraban a la tierra: "Oh, Diosa, te ofrecemos este sacrificio; ¡concédenos buenas cosechas, buenas estaciones y buena salud!" Y se añadía volviéndose hacia la víctima: "Te hemos comprado y no te hemos retenido por la fuerza; ¡ahora te sacrificaremos según la costumbre y que no caiga pecado alguno sobre nosotros!". La ceremonia también incluía una orgía que duraba varios días. Al final se drogaba al meriah con opio y, tras estrangularle, se le cortaba en pedazos. Todos los pueblos recibían un fragmento de su cuerpo, que se enterraba en los campos. El resto del cuerpo se quemaba, y las cenizas se desparramaban sobre la tierra.

Mircea Eliade, Mitos, sueños y misterios; p. 217. Ed. Kairós.

viernes, 5 de diciembre de 2008

El fuego no lo quema

Quien cree que él mata,
quien cree que él es muerto,
ni uno ni otro saben:
él no mata, él no es muerto.

Este antiguo ser
no nace, no muere jamás,
habiendo dejado, debiendo dejar alguna vez de ser;
es no-nacido, eterno, perpetuo;
no es muerto cuando el cuerpo es muerto

Aquel hombre que sabe que este ser
es imperecedero, eterno, no-nacido, inalterable,
¿cómo aquél, oh hijo de Prithā,
podría matar,
podría hacer matar, a quién?

Así como un hombre,
dejando sus viejos vestidos,
toma otros nuevos,
así el ser encarnado,
dejando sus viejos cuerpos,
entra en otros nuevos.

Las armas no lo cortan,
el fuego no lo quema,
las aguas no lo mojan,
el viento no lo seca.

Bhagavad Gītā. Círculo de Lectores, 2000. pp. 49-50

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LSD, yoga y esquizofrenia

Por otro lado, el fenómeno LSD es -al menos para mí- más interesante. Se trata de una esquizofrenia conseguida intencionadamente, con la esperanza de una remisión espontánea, que no siempre tiene lugar. El yoga también es una esquizofrenia intencionada: se rompe con el mundo, se realiza una inmersión en el interior, y el alcance de la visión experimentada es de hecho el mismo que el de la psicosis. Pero, entonces, ¿cuál es la diferencia? ¿Cuál es la diferencia existente entre una experiencia psicótica o de LSD y una yóguica o mística? Las inmersiones se realizan en todos los casos en el mismo profundo mar interior; de ello no hay duda. Las figuras simbólicas que se encuentran son idénticas en muchos casos [...]. Pero existe una importante diferencia. La diferencia -para decirlo llanamente- es únicamente equivalente a la existente entre un buzo que sabe nadar y otro que no. El místico, dotado con talentos nativos para esta clase de cosas y siguiendo, paso a paso, la enseñanza de un maestro, penetra en las aguas y se da cuenta de que puede nadar; mientras que el esquizofrénico, sin preparar, sin guía poco dotado, ha caído o se ha sumergido intencionadamente y se ahoga. ¿Podría salvarse? ¿Si se le arroja un cabo, lo cogerá?

Joseph Campbell, Los mitos; p. 241-2. Ed. Kairós, 1993.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Encontradme seres humanos

ALQUIST (Tras una breve pausa se pone en pie, se dirige a la ventana y la abre): Otra vez de noche. Si pudiera dormir. Dormir, soñar, ver seres humanos... ¿Aún hay estrellas? ¿Para qué sirven las estrellas si no hay seres humanos? (Se aleja de la ventana.) Sería capaz de dormir, de atreverme a dormir antes de que se haya reanudado la vida? (Escucha al lado de la ventana.) Las máquinas, siempre estas máquinas. Robots, paradlas. Se ha perdido el secreto de la fábrica..., se ha perdido para siempre. Parad esas rabiosas máquinas. ¿Creéis que podréis sacar vida de ellas? (Cierra la ventana.) No, no; tenéis que investigar. Si yo no fuera tan viejo... (Se mira al espejo) ¡Oh miserable imagen, efigie del último hombre! Muéstrate, muéstrate, hace tanto que no veo un ser humano..., una sonrisa humana... ¿Qué es esa sonrisa? Esos dientes amarillos. Esto es el último hombre. (Se aleja, se sienta a la mesa, pasa hojas de un libro.)
(Llaman a la puerta.)
¿Qué hay?
CRIADO: Señor, Radius ha llegado de Le Havre.
ALQUIST: Que espere. (Volviéndose con ira.) ¿No os he dicho que busquéis seres humanos? Encontradme seres humanos. Encontradme hombres y mujeres. Idos y buscadlos.
CRIADO: Señor, dicen que han mirado por todas partes. Han enviado expediciones y barcos.
ALQUIST: ¿Y qué?
CRIADO: No queda ni un solo ser humano vivo.
ALQUIST (Poniéndose en pie): ¿Ni uno? ¿Ni uno siquiera? Haz pasar a Radius.
(Sale el CRIADO.)
(Solo.)
¿Ni siquiera uno? Entonces, ¿no dejasteis a nadie con vida? (Golpeando con los pies.) Venid, robots. Me volveréis a llorar. Me volveréis a pedir que os descubra el secreto. ¿Qué, estáis satisfechos con el hombre ahora? ¿Os acordáis mucho de él ahora que no podéis fabricar robots? Ahora queréis que os ayude ¿no? Ah, ayudaros. Domin, Fabry, Elena, ya veis que hago todo lo que puedo. Si no hay seres humanos, que por lo menos haya robots, sombras de hombres, imitación de hombres, por lo menos. Amigos, amigos, que, de no haber otra cosa, haya robots. ¡Oh Dios, por lo menos robots! ¡Ay, qué locura la química!

Karel Čapek. RUR. Robots Universales Rossum. Ed. Círculo de Lectores, 2004. pp.125-6

viernes, 28 de noviembre de 2008

El juez se dirige a los detenidos

JUEZ WILLS: Oscar Wilde y Alfred Taylor: El crimen por el cual han sido condenados es tan terrible que uno debe refrenarse severamente para no describir, con un lenguaje que prefiero no usar, los sentimientos que deben suscitarse en el pecho de todo hombre de honor que haya oído los detalles de estos dos terribles procesos. No tengo el más leve asomo de duda de que el jurado ha llegado a un veredicto correcto en esta causa. Espero que aquellos que a veces se imaginan que un juez es indiferente en una causa sobre decencia y moralidad, porque cuida de que ningún prejuicio interfiriera en ella, puedan comprobar que esta actitud es compatible con el sentimiento de la más grande indignación antes las horribles acusaciones presentadas contra ustedes.
No es necesario que les arengue. Personas que pueden hacer semejantes cosas deben estar muertas a toda sensación de vergüenza y uno no puede esperar producir ningún efecto sobre ellas. Éste es el peor caso que he tenido que juzgar. De que usted, señor Taylor, mantenía una especie de prostíbulo masculino, no existe ninguna duda. Y de que usted, señor Wilde, ha sido el centro de una corrupción que se iba propagando, una corrupción de la peor especie, entre hombres jóvenes, tampoco existe la menor duda.
Bajo tales circunstancias, esperen la sentencia más severa que permite la ley. A mi juicio es totalmente inadecuada para una causa como ésta. La sentencia de este tribunal es que cada uno de ustedes sea encarcelado y condenado a trabajos forzados, durante dos años.
(Se oyeron algunos gritos de "¡Oh, oh!" y "¡"Qué vergüenza!").
OSCAR WILDE: ¿Y yo? ¿No puedo decir nada, Su Señoría?
(El juez Wills no contestó. Hizo una señal con la mano a los guardianes, para que sacaran rápidamente a los detenidos de su vista).

El jurado fue disuelto.

El tribunal se retiró.

Los procesos contra Oscar Wilde
. Valdemar, 1996. pp.378-9

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Máscaras con cuernos

No está claro hasta qué punto adoraban las brujas al diablo. La idea de que lo hacían fue concebida por la Iglesia, dado que, de manera incuestionable, hizo de la brujería una herejía. Antes de ser acusadas de adorar al diablo, la Iglesia, por medio del Canon episcopi, proclamó que adoraban a Diana. En los sabbats y demás reuniones, los que dirigían solían llevar máscaras con cuernos y pieles de animales, cosas que la Iglesia condenó siempre. A otros maestros se les describía vistiendo ropas negras semejantes a las que se atribuían al diablo. Estos dirigentes eran indudablemente sacerdotes humanos que hacían de manifestaciones del dios de las brujas, ya fuera este el diablo o el dios cornudo de las creencias primitivas.
Tras un siglo de repetir que adoraban al diablo, muchas brujas ignorantes acabaron por creerlo. Efectivamente, centenares de ellas confesaron tal herejía, aunque en la mayoría de las confesiones eran los inquisidores quienes introducían al diablo, y las brujas asentían bajo tortura. Es posible, también, que algunas de las brujas que supuestamente confesaron que el diablo era su dios no llegaran jamás a decir esto en realidad. Las confesiones eran anotadas por monjes que estaban firmemente convencidos de que las brujas adoraban al diablo, y estos escribas de la Iglesia pudieron poner la palabra diablo allí donde la bruja hizo referencia a su señor dios. La bruja ignorante no habría visto la diferencia.

Frank Donovan, Historia de la brujería. Ed. Alianza, 1978. p.143.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Materia de canto

Ahora, venga, dime esto y expónlo con claridad: ¿por dónde viniste errante y a qué regiones llegaste, y a qué pueblos y ciudades bien pobladas? Y cuenta si sus moradores eran gentes rudas, salvajes e ignorantes de la justicia, o bien acogedoras y de mente piadosa. Dinos el motivo de los sollozos y llantos de tu pecho, al escuchar la ruina de los dánaos argivos y de Ilión. La tramaron los dioses y ellos urdieron la matanza de tantos humanos, para que tuvieran los posteriores materia de canto.

Homero, Odisea. Ed. Alianza, 2005. p.188.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Así fue como empezó mi iniciación

Así fue como empezó mi iniciación. Durante las semanas y los meses que siguieron viví más experiencias similares, un continuo alud de vejaciones. Cada prueba era más terrible que la anterior, y si conseguí no echarme atrás, fue sólo por una pura obstinación de reptil, una estúpida pasividad que se escondía en el centro de mi alma. No tenía nada que ver con la voluntad, la determinación o el valor. Yo no tenía ninguna de esas cualidades, y cuanto más me espoleaban, menos orgullo sentía por mis logros. Me flagelaron con un látigo, me tiraron de un caballo al galope; estuve atado al tejado del establo durante dos días sin comida ni agua; me untaron el cuerpo de miel y me dejaron desnudo bajo el calor de agosto mientras miles de moscas y avispas bullían sobre mí; estuve sentado en medio de un círculo de fuego toda una noche mientras mi cuerpo se chamuscaba y se cubría de ampollas; me sumergieron repetidas veces durante seis horas seguidas en una tina de viangre; me cayó un rayo; bebí orines de vaca y comí excrementos de caballo; cogí un cuchillo y me cercené la primera falange del meñique izquierdo; colgué de las vigas del desván dentro de un haza de cuerdas durante tres días y tres noches. Hice estas cosas porque el maestro Yehudi me dijo que las hiciera, y aunque no pude llegar a amarle, tampoco le odié ni le guardé rencor por los sufrimientos que soporté. Él ya no tenía que amenazarme. Yo seguía sus órdenes con ciega obediencia, sin molestarme nunca en preguntarle cuál era su propósito. Me decía que saltara y yo saltaba. Me decía que dejara de respirar y yo dejaba de respirar. Era el hombre que me había prometido hacerme volar, y aunque nunca le creía, dejé que me utilizara como lo hacía.

Paul Auster, Mr. Vértigo; p.49. Ed. Anagrama, 2006.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

King Kong

Un mono de catorce metros de altura (algunos entusiastas dicen que quince), es evidentemente encantador, pero tal vez no basta. No es un mono jugoso; es un reseco y polvoriento artificio de movimientos esquinados y torpes. Su única virtud -la estatura- parece no haber impresionado mucho al fotógrafo, que se obstina en no retratarlo de abajo sino de arriba -enfoque a todas luces desacertado, que invalida y anula su elevación. Falta añadir que es jorobado y de piernas chuecas: rasgos que lo achican también. Para que nada tenga de extraordinario, lo hacen luchar con monstruos mucho más raros que él, y le destinan alojamiento en falsas cavernas de catedralicio grandor, donde se pierde su afanosa estatura. Un amor carnal o romántico por Miss Fay Wray perfecciona la ruina de ese gorila monumental y también la del film.

Jorge Luis Borges, Reseña aparecida en Selección, Cuadernos Mensuales de Cultura, Buenos Aires, Nº 3, Julio de 1933. Extraído de: Jorge Luis Borges, Textos recobrados 1931-1955, Ed. Emecé, 2001

lunes, 17 de noviembre de 2008

Lugar secreto y oculto

-De lo convenido se desprende -dije- la necesidad de que los mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea posible y los peores con las peores al contrario; y, si se quiere que el rebaño [de los guardianes] sea lo más excelente posible, habrá que criar la prole de los primeros, pero no la de los segundos. Todo esto ha de ocurrir sin que nadie lo sepa, excepto los gobernantes, si se desea también que el rebaño de los guardianes permanezca lo más apartado posible de toda discordia.
-Muy bien -dijo.
-Será, pues, preciso instituir fiestas en las cuales unamos a las novias y novios y hacer sacrificios, y que nuestros poetas compongan himnos adecuados a las bodas que se celebren. En cuanto al número de los matrimonios, lo dejaremos al arbitrio de los gobernantes, que, teniendo en cuenta las guerras, epidemias y todos los accidentes similares, harán lo que puedan por mantener constante el número de ciudadanos de modo que nuestra ciudad crezca o mengüe lo menos posible.
-Muy bien -dijo.
-Será, pues, necesario, creo yo, inventar un ingenioso sistema de sorteo, de modo que, en cada apareamiento, aquellos seres inferiores tengan que acusar a su mala suerte, pero no a los gobernantes.
-En efecto -dijo.
[...]
-Y así, encargándose de los niños que vayan naciendo los organismos nombrados a este fin, [...] tomarán, creo yo, a los hijos de los mejores y los llevarán a la inclusa, poniéndolos al cuidado de unas ayas que vivirán aparte, en cierto barrio de la ciudad; en cuanto a los de los seres inferiores -e igualmente si alguno de los otros nace lisiado-, los esconderán, como es debido, en un lugar secreto y oculto.

Platón, La república; p.277-80. Ed. Alianza, 1995.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La respuesta es trescientos noventa y uno

-¡Aub! -Pronunció ese nombre monosilábico con aire autoritario, pues a fin de cuentas era un gran programador hablándole a un simple técnico-. ¡Aub! ¿cuánto es nueve por siete?
Aub titubeó un momento. Los ojos claros le destellaron de angustia.
-Sesenta y tres -respondió.
El diputado Brant enarcó las cejas.
-¿Es correcto?
-Verifíquelo usted mismo, diputado.
El diputado extrajo su ordenador de bolsillo, tocó dos veces los bordes laminados, miró la pantalla y lo guardó.
-¿Éste es el talento de que nos ha hablado? ¿Un ilusionista?
-Más que eso. Aub ha memorizado algunas operaciones y hace cálculos con ellas sobre papel.
-¿Un ordenador de papel? -dijo el general, con cara de lástima.
-No, señor -replicó Shuman con paciencia-. No un ordenador de papel, sólo una hoja de papel. General, tenga la amabilidad de sugerir un número.
-Diecisiete.
-¿Y usted, diputado?
-Veintitrés.
-Bien. Aub, multiplica esos números y muestra a los caballeros cómo lo haces.
-Sí, programador.
Agachó la cabeza. Sacó una libreta de un bolsillo de la camisa y una pluma del otro. Arrugó la frente mientras trazaba marcas en el papel.
El general Wider lo interrumpió con brusquedad.
-Veamos eso. -Aub le pasó el papel-. Bien, parece el número diecisiete.
El diputado Brant asintió.
-En efecto, pero supongo que cualquiera puede copiar números de un ordenador. Creo que yo mismo podría dibujar un diecisiete aceptable, incluso sin practicar.
-Por favor, caballeros, permitan ustedes que Aub continúe -les pidió Shuman sin acalorarse.
Aub continuó con mano trémula.
-La respuesta es trescientos noventa y uno -dijo al fin con un hilo de voz.
El diputado Brant sacó su ordenador y tecleó.
-Santo cielo, así es. ¿Cómo lo adivinó?
-No lo adivinó, diputado -le explicó Shuman. Calculó el resultado. Lo hizo con ese papel.
-Patrañas -rechazó el general con impaciencia.-. Un ordenador es una cosa y unas marcas en un papel son otra.
-Explíqueselo, Aub -ordenó Shuman.

Isaac Asimov, Sensación de poder. Contenido en Cuentos completos I; p. 277-8. Ediciones B, 2005.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Lobotomía transorbital

Pero el mayor eco [del trabajo de Egas Moniz] se produjo en Estados Unidos, donde el neurólogo Walter Freeman inventó una nueva vía quirúrgica que denominó lobotomía transorbital. Describía el procedimiento del modo siguiente:

"La técnica consiste en aturdir a los pacientes con un golpe y, mientras están bajo el efecto del «anestésico», introducir con fuerza un picahielo entre el globo ocular y el párpado a través del techo de la órbita, hasta alcanzar el lóbulo frontal; en este punto se efectúa un corte lateral moviendo el instrumento de una parte a otra. Lo he practicado en ambos lados a dos pacientes y a otro en un lado sin que sobreviniera ninguna complicación, excepto en un caso un ojo muy negro. Puede que surjan problemas posteriores, pero parece bastante fácil, aunque ciertamente es algo desagradable de contempar. Hay que ver cómo evolucionan los casos, pero hasta ahora los pacientes han experimetnado un alivio de los síntomas, y sólo algunas de las nimias dificultades de comportamiento que siguen a la lobotomía. Incluso son capaces de levantarse e irse a casa al cabo de más o menos una hora."

Lo fácil que resultaba practicar la psicocirugía, con un simple picahielo, no causó consternación ni horror, como debiera haber ocurrido, sino emulación. En 1949 se habían practicado más de diez mil operaciones en los Estados Unidos, y otras tantas en los dos años que siguieron. Moniz fue ampliamente aclamado como un «salvador» y en 1951 recibió el Premio Nobel, la culminación, en palabras de Macdonald Critchley, de «esta crónica de vergüenza».

Oliver Sacks, Un antropólogo en Marte;p. 92-3. Ed. Anagrama, 2003.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Ningunos ojos que puedan contemplarlo

-¿Qué piedrecita?
- Tengo más como ésta. Una es de Kerenea, otra del planetoide de Thomas... ¡pero no pienses que he hecho una colección! Estas piedrecitas se metieron simplemente en las ranuras de mis suelas. Olaf las extrajo, les puso el letrero correspondiente y las conservó. No pude quitarle la idea de la cabeza. Es una tontería, pero... tengo que contarte esto. Sí, he de hacerlo para que no pienses que allí todo era horrible y no ocurría nada más que accidentes mortales. Verás..., imagínate una reunión de mundos. Primero rosa, un espacio infinito del rosa más fino y pálido, y en él , penetrando en él, un segundo espacio ya más oscuro y después de un rojo ya casi azulado, pero muy lejos, y rodeándolo todo, la fosforescencia, sin gravedad, no como una nube ni como la niebla..., diferente. No encuentro palabras para explicarlo. Salimos los dos del cohete y lo contemplamos. Eri, no lo comprendo. Verás, incluso ahora siento un nudo en la garganta , de tan hermoso que era. Piensa esto: allí no hay vida. No hay plantas, animales, ni pájaros, nada, ningunos ojos que puedan contemplarlo. Estoy completamente seguro de que desde la creación del mundo nadie lo había visto, y Arden y yo fuimos los primeros. Y si nuestro gravímetro no se hubiera estropeado, por lo que tuvimos que aterrizar allí para arreglarlo, pues el cuarzo estaba roto y se había escapado el mercurio, nadie habría estado allí hasta el fin del mundo, nadie lo habría visto. ¡Es realmente misterioso! Se tienen unos deseos directos... Oh, no sé... No podíamos irnos, sencillamente. Olvidamos por qué habíamos aterrizado y permanecimos quietos, mirando.

Stanislaw Lem, Retorno de las estrellas; p.288. Ed. Alianza, 2005


viernes, 7 de noviembre de 2008

Hallándose enfermo en cama

Uno de los sueños de Maury ha llegado a hacerse célebre. Hallándose enfermo en cama soñó con la época del terror durante la Revolución francesa, asistió a escenas terribles y se vio conducido ante el tribunal revolucionario, del que formaban parte Robespierre, Marat, Fouquier-Tinville y demás tristes héroes de aquel sangriento periodo. Después de un largo interrogatorio y de una serie de incidentes que no se fijaron en su memoria, fue condenado a muerte y conducido al cadalso en medio de una inmensa multitud. Sube al tablado, el verdugo le ata a la plancha de la guillotina, bascula ésta, cae la cuchilla y Maury siente cómo su cabeza queda separada del tronco. En este momento despierta presa de horrible angustia y encuentra que una de las varillas de las cortinas de la cama ha caído sobre su garganta análogamente a la cuchilla ejecutora.
Este sueño provocó una interesante discusión que en la Revue Philosophique sostuvieron Le Lorrain y Egger sobre cómo y en qué forma era posible al durmiente acumular en el corto espacio de tiempo transcurrido entre la percepción del estímulo despertador y el despertar una cantidad aparentemente tan considerable de contenido onírico.

Sigmund Freud, La interpretación de los sueños; p.81. Ed. Planeta-De Agostini, 1992.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El marco y el mundo exterior

El cuadro con marco aparece en Europa poco más o menos en el siglo XV, como manifestación externa de un cambio social. Hasta entonces las pinturas habían sido parte integrante de un contexto arquitectónico, encargadas para un lugar determinado al objeto de cumplir una finalidad determinada. Cuando se trasladó temporalmente, a título de botín de guerra, el retablo de Van Eyck de Gante a un museo berlinés durante la Primera Guerra Mundial, quedó privado de su entrono vivificante y de su magia. De ningún modo podía funcionar como mercancía móvil. Pero cuando los artistas comenzaron a crear sus historias bíblicas, paisajes y escenas de género para lo que podríamos llamar el mercado, es decir, para toda una clase de clientes más que para satisfacer un encargo particular, hubo que hacer obras portátiles.
[...] El marco hace su aparición cuando ya no se considera la obra parte integrante del entorno social, sino un enunciado sobre ese entorno. Cuando la obra de arte se convierte en una proposición, el cambio de su estatus de realidad se pone de manifiesto en su patente desapego de lo que la circunda. [...] El marco indica que se solicita del espectador que considere lo que ve en el cuadro no como parte del mundo en que vive y actúa, sino como algo que se dice acerca de ese mundo que se contempla desde fuera: una representación del mundo del espectador. Esto implica considerar que el tema plasmado en un cuadro no forma parte del inventario del mundo, sino que es portador de un significado simbólico.

Rudolf Arnheim, El poder del centro; p.62. Ed. Alianza, 1998.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Comida a bordo del proyectil

Empezó el almuerzo con tres tazas de caldo excelente, gracias a las tabletas Liebig, preparadas con las mejores tajadas de los rumiantes de la Pampa y desleídas en agua hirviente. Al caldo de vaca siguieron algunos trozos de bistec, comprimidos en la prensa hidráulica, tan tiernos y suculentos como si llegaran del Café Inglés. Michel, hombre de imaginación, incluso sostuvo que sangraban. Conservas de legumbres "más frescas que al natural" sucedieron al plato de carne, y luego siguieron sendas tazas de té y tostadas con mantequilla, a la americana. Aquel brebaje, que declararon exquisito, procedía de la infusión de hojas de té de primera calidad que el emperador de Rusia había puesto a disposición de los expedicionarios.
En fin, para rematar la comida, desenterró Ardan del fondo del compartimento de las provisiones, en donde se encontraba "por casualidad" una botella de vino de Borgoña que los tres amigos bebieron, brindando por la unión de la Tierra con su satélite.
Y como si no fuera bastante con haber dorado las viñas que habían servido para destilar vinos tan generosos, el Sol quiso participar también en la fiesta. Desembocaba en aquel momento el proyectil del cono de sombra proyectado por la Tierra, y los rayos del astro radiante hirieron directamente el disco inferior del proyectil, a causa del ángulo que forma la órbita de la Tierra con la de la Luna.

Jules Verne, Alrededor de la Luna. Extraído de: Viajes extraordinarios; p. 472-473. Ed. Espasa Calpe, 2005

viernes, 31 de octubre de 2008

Hipnopædia

At the end of the room a loud-speaker projected from the wall. The Director walked up to it and pressed a switch.
'...all wear green', said a soft but very distinct voice, beginning in the middle of a sentence, 'and Delta children wear khaki. Oh no, I don't want to play with Delta children. And Epsilons are still worse. They're too stupid to be able to read or write. Besides, they wear black, which is such a beastly colour. I'm so glad I'm a Beta.'
There was a pause; then the voice began again.
'Alpha children wear grey. They work much harder than we do, because they're so frightfully clever. I'm really awfully glad I'm a Beta, because I don't work so hard. And then we are much better than the Gammas and Deltas. Gammas are stupid. They all
wear green, and Delta children wear khaki. Oh no, I don't want to play with Delta children. And Epsilons are still worse. They're too stupid to be able...'
The Director pushed back the switch. The voice was silent. Only its thin ghost continued to mutter from beneath the eighty pillows.
'They'll have that repeated forty or fifty times more before they wake; then again on Thursday, and again on Saturday. A hundred and twenty times three times a week for thirty months. After which they go on to a more advanced lesson.'

Aldous Huxley, Brave New World; p.21. Longman Literature, 2002

miércoles, 29 de octubre de 2008

Beleño negro (Hyosciamus niger)

Cálido y seco. Tiene muchos usos en medicina, pero sólo anotaremos unos pocos, por ser una planta algo peligrosa, por lo cual deben emplearla sólo los médicos. He aquí un aceite excelente para la curación del reumatismo articular y las neuralgias: Póngase al baño maría 25 gramos de hojas tiernas de beleño negro en un litro de un buen aceite de olivas, y déjese hasta que se evapore el agua de vegetación del material. Se aplica sobre la parte enferma, cubriéndola con un lienzo de lana, sujetado con una venda. Las semillas de esta planta se utilizan en sahumerio para calmar el dolor de muelas y curar los sabañones. El olor del beleño negro, respirado por algún tiempo, produce un profundo estupor. Botánica oculta: El humo de sus semillas, cogidas y quemadas a la hora de Saturno, provoca riñas, discusiones violentas. Brujos malvados aprovechan las propiedades maléficas del beleño negro para producir la locura y, a veces, la muerte, obrando a distancia y con toda impunidad. Esta planta forma parte de la pomada con que se untaban las brujas para asistir al aquelarre. Esta receta infernal vale más que permanezca ignorada. Únicamente ha sido publicada en el libro Páctum, afortunadamente hoy rarísimo.

Rodolfo Putz, Botánica oculta. Las plantas mágicas según Paracelso (Edición facsímil); p. 226. Ed. Maxtor, 2006.

lunes, 27 de octubre de 2008

El siglo XX

En 1900, la reina Victoria y Jules Verne estaban vivos, y el siglo XX, que ya corría en los calendarios, no había empezado aún. El siglo XX, ya se sabe, empezó en 1914, con las matanzas industriales de hombres en los barrizales sangrientos de la Primera Guerra Mundial y con la introducción de los cascos de acero y del color caqui en los uniformes militares, que hasta entonces tendían a los rojos y azules de los casacones de opereta. El siglo XX empezó con la aplicación de los principios de la cadena de montaje a la fabricación de coches, de películas y de cadáveres humanos. Hasta entonces, las películas eran distracciones rudas de barraca de feria, los automóviles seguían pareciendo catafalcos o coches de caballos y los muertos, incluso los muertos de la guerra, eran muertos artesanales, de uno en uno, con nombres y apellidos, casi parroquianos de la muerte, como los parroquianos de las tiendas de ultramarinos.

Antonio Muñoz Molina, Ardor Guerrero; p.226. Ed. Alfaguara, 1996.

viernes, 24 de octubre de 2008

Victor, el niño salvaje

Cierto día en que se hallaba en la cocina cociendo unas patatas, dos personas se pusieron a discutir muy animosamente a sus espaldas, sin que él les prestase de momento la más mínima atención; pero cuando un tercero se aproximó a terciar en la disputa, iniciando todas sus interpelaciones con las palabras «Oh, c'est différent», pude observar cómo todas las veces que aquella persona soltaba su exclamación favorita, «oh», nuestro niño bravío no dejaba de volver rápidamente la cabeza. A la tarde, hacia la hora de acostarlo, hice algunos experimentos con aquel mismo sonido y vine a obtener más o menos parejos resultados: le hice desfilar ante el oído todos los demás sonidos simples a los que damos el nombre de vocales, sin conseguir el más pequeño efecto. Fue, pues, esta marcada preferencia por la O lo que me resolvió a ponerle un nombre que terminase por dicha vocal, y elegí el de Victor. Este es el nombre con el que se ha quedado, y rara vez deja de volver la cabeza o de acudir cuando se dice en alta voz. Y aun acaso a esta misma razón puede achacarse el que más adelante haya llegado a comprender el sentido de la palabra no, de la que a menudo me sirvo para hacerle volverse de su error cuando se equivoca en sus pequeños ejercicios.

Jean Itard. Memoria e Informe sobre Victor de l'Aveyron; p.34-5. Ed. Alianza, 1982.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Tuberculosis pulmonar

«Procesado que ante nosotros comparecéis, habéis sido acusado del grave delito de hallaros atacado de tuberculosis pulmonar y después de la prueba imparcial hecha ante el jurado formado por vuestros conciudadanos, habéis sido declarado culpable. Contra la justicia de su veredicto no he de pronunciar una sola palabra: los cargos en contra vuestra han resultado abrumadores y sólo me resta dictar una sentencia adecuada a los fines que la ley persigue. Esta sentencia habrá de ser muy severa. Me duele hondamente ver a un hombre tan joven aún, cuyo porvenir se presentaba en todo lo demás tan lleno de esperanzas, llevado a tan lamentable trance por una constitución física que sólo puedo calificar de radicalmente viciada. Mas vuestro caso no admite compasión: éste no es vuestro primer delito; habéis llevado una vida de crímenes y aprovechado la clemencia que os fue demostrada en ocasiones anteriores para delinquir aún más gravemente contra las leyes e instituciones de vuestro país. El año pasado sufristeis una condena por bronquitis con circunstancias agravantes; y veo que, no obstante tener veintitrés años solamente, habéis sido encarcelado hasta catorce veces por padecer enfermedades más o menos aborrecibles. En verdad, no exagero si digo que habéis pasado la mayor parte de vuestra vida en la cárcel.»

Samuel Butler, Erewhon o Allende las montañas; p.132. Ed. Bruguera, 1982.

lunes, 20 de octubre de 2008

La ciudad sobre los campos

Amaneció por fin, un día violento y sesgado, con un duro cielo de acero y un viento de halcones. Escasas nubes blancas corrían muy lejos, a lo largo del levante. Era un cielo lleno de prisas, como de batallas. La ciudad callaba agazapada en medio de los campos como una inmensa liebre temerosa. Rechinaban al viento las negras chimeneas de lata, vacías de humo. La ciudad estaba indefensa bajo el cielo: no guardaban los pájaros su aire, ni el humo sus tejados. Callaba y encogía su lomo al viento, como animal azorado. Y el cierzo batía las calles y las invadía, como buscando alguna venganza. Restallaban las ropas tendidas en los patios y en las traseras que dan a los solares. Y el sol se echaba sin respeto sobre la ciudad, con la luz plana de las llanuras. La ciudad estaba desnuda y al descubierto: se la veía hecha sobre los campos, vacía del ensueño que la amparaba. Con sus ojos abiertos tenía miedo de su soledad y se miraba en torno como diciendo: "Yo soy nada sobre los campos".
Era un día para los pálidos y desamparados que subían a las azoteas a mirar ojerosos la montaña y a sentirse fuertes, por una vez, cara al viento.
Pero detrás de los oscuros cristales, ojos de mujer miraban temerosos el día y el viento, y decían en un escalofrío: "¡Malo viene este carnaval!"

Rafael Sánchez Ferlosio, Alfanhuí; p.124-5. Ed. Destino, 1988.

viernes, 17 de octubre de 2008

Vida guiada

[Encuentro] que los libros y las palabras (y a menudo la gente) llegan a nuestro conocimiento justo en el preciso momento en que les necesitamos. Que uno se desliza sobre enormes peligros como si tuviese los ojos cerrados, ignorando lo que le habría aterrorizado o desencaminado, hasta que el peligro ha pasado -éste suele ser el caso en las tentaciones de vanidad y sensualidad-; que los caminos por donde uno no debiera aventurarse están, sea por lo que sea, cercados de espinos; pero que por otro lado importantes obstáculos quedan eliminados repetidamente; que cuando es llegado el tiempo de algo súbito se percibe el coraje que antes faltaba, se alcanza la raíz de una cuestión que antes estaba escondida, o se descubren pensamientos, posibilidades, incluso retazos de conocimiento y percepción interior en uno mismo de los que es imposible asegurar de donde vienen.[...]

Además, el propio yo resuelve sus asuntos ni demasiado pronto ni demasiado tarde, cuando fácilmente se habrían desbaratado por inoportunidad, incluso cuando los preparativos habían quedado bien organizados. Se añade a esto que se realizan con perfecta tranquilidad mental, casi como si fuesen cuestiones intrascendentes, como encargos que hiciésemos a cuenta de otra persona, en cuyo caso actuamos realmente con más calma que cuando lo hacemos por nuestros intereses. De nuevo, uno descubre que puede esperar pacientemente, y que en esto consiste uno de los grandes secretos de la vida. También sucede que todo llega en su momento, una cosa después de otra, de manera que se gana tiempo para asegurar un paso antes de avanzar otro más, y entonces todo acontece en el momento adecuado, [...] y a menudo de forma sorprendente, como si una tercera persona vigilase aquellas cosas que estamos en fácil peligro de olvidar.

C. Hilty, Flück, Dritter Theil (1900), citado en: William James, Las variedades de la experiencia religiosa; p.518. Ed. Orbis, 1988.

miércoles, 15 de octubre de 2008

El Mac Guffin

El «Mac Guffin» es, en las películas de espionaje o de suspense, etc., el documento secreto, los papeles, el secreto militar o político que constituye, aparentemente, lo que está en juego en la ficción. Hitchcock asegura que ese contenido del Mac Guffin debe ser «importante en extremo para los personajes del film, pero sin importancia para mí, narrador». Así, la historia puede mantenerse y apasionar al público en torno a un pretexto que poco importa al guionista y al público. [...]
El «Mac Guffin» más famoso de la historia más gigantesca (cuatro óperas que totalizan doce o trece horas de duración) es el anillo de oro por el que lucha el universo entero, en La Tetralogía de Wagner. Es interesante observar que se supone que ese anillo es detentador de un poder extraordinario para aquel que conoce su naturaleza (como la fórmula del «arma absoluta» de las historias de espionaje), pero que, salvo al principio (para el gnomo Alberich), ese poder del anillo nunca sirve. El que ha sido concebido para conseguirlo, Siegfried, no conoce nunca su poder, y cuando lo recupera, se sirve de él como de un anillo nupcial. Este anillo dotado de un poder que nunca se utilizará, y que, a decir verdad, poco importa para los espectadores en tanto que objeto, mientras que se apasionan por todo el destino humano que está en juego por él, es el ejemplo perfecto de «Mac Guffin».

Michel Chion, Cómo se escribe un guión; p.140-2. Ed. Cátedra, 2003.

lunes, 13 de octubre de 2008

El crac

La prensa sensacionalista de aquellos días indujo a creer que una ola de suicidios podaba el árbol financiero de los Estados Unidos. Los arruinados magnates de la Bolsa hacían cola para alquilar habitaciones en los pisos altos de los hoteles, desde donde arrojarse al vacío. Era peligroso transitar por determinadas zonas de la ciudad a causa de los especuladores que caían del cielo como las hojas amarillas arrancadas por el viento del otoño. No ocurrió en tanta profusión, pero sí se produjeron algunos suicidios que alimentaban la leyenda. El martes 30 de octubre se extrajo del río Hudson, en Nueva York, el cadáver de un corredor de Bolsa. En sus ropas se hallaron 9,49 dólares y varias peticiones de crédito. En días posteriores al martes negro se produciría una serie de suicidios. Algunos eran modestos jugadores que perdieron hasta las cejas y eran perseguidos por los prestamistas. Sus nombres quedaron en el olvido, pero otros fueron potentados, cuyo suicidio desencadenó ríos de tinta. Así, el presidente de la Rochester Gas and Electric Company, que se envenenó con gas, o J. J. Biordan, consejero de importantes entidades financieras y presidente de la County Trust Company, que se descerrajó un tiro en la cabeza el viernes 8 de noviembre. Su muerte se ocultó a la opinión pública hasta el cierre bancario del sábado para evitar una ola de pánico entre los impositores.

David Solar, El crac; p.64. Extraído de: Cuadernos de Historia 16. Historia Universal del siglo XX, Nº 12: El crac de 1929. Temas de Hoy, 1998

viernes, 10 de octubre de 2008

La máquina de abrazar

-¿Qué es eso? -pregunté.
-Mi máquina de estrujar -replicó Temple-. Algunas personas la llaman mi máquina de abrazar.
El dispositivo tenía dos lados de madera pesados y oblicuos, quizá de metro por metro veinte, agradablemente forrados de un acolchado grueso y suave. Unos goznes los unían a un tablero inferior largo y estrecho para crear una artesa del tamaño del cuerpo y en forma de V. Había una compleja caja de control a un lado, con tubos para grandes cargas conectados a otro dispositivo, en un armario. Temple también me lo enseñó.
-Es un compresor industrial -dijo- de los que se utilizan para hinchar neumáticos.
-¿Y qué hace?
-Ejerce una firme pero cómoda presión en el cuerpo, de los hombros a las rodillas -dijo Temple-. Puede ser una presión constante, variable o pulsátil, como se desee -añadió. Hay que entrar a cuatro patas (le enseñaré) y poner en marcha el compresor. Tiene todos los controles en la mano, aquí, delante de usted.
Cuando le pregunté por qué iba uno a querer someterse a tal presión, me lo contó. De niña, dijo, anhelaba que la abrazaran, pero al mismo tiempo tenía terror a todo contacto. Cuando la abrazaban, especialmente su tía favorita (aunque enorme), se sentía agobiada y abrumada por la sensación; sentía paz y placer, pero también terror, como si se la tragaran. Comenzó a soñar con -sólo tenía cinco años- una máquina mágica que podía estrujarla poderosa pero suavemente, como en un abrazo, de una manera que ella dominara y controlara por completo. Años después, siendo adolescente, vio la foto de una rampa de sujeción ideada para sujetar o encerrar becerros y comprendió que era aquello lo que había estado buscando: con una pequeña modificación para el uso humano, podría ser la máquina de sus sueños.

Oliver Sacks, Un antropólogo en Marte; p.321-2. Ed. Anagrama, 2003.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Veracidad

Otra variedad de la mentira, extraordinariamente perjudicial para la juventud, consiste en la amenaza de castigos que no se piensa infligir. El doctor Ballard, en su muy interesante libro The Changing School, ha formulado este principio con un tanto de énfasis: «No amenacéis. En caso de hacerlo, que nada os detenga en su realización. Si decís a un niño "Si vuelves a hacer eso, te mato", matadle. Si no lo hacéis, os perderá todo respeto.» Los castigos con que amenazan las niñeras y los padres ignorantes a los niños no son tan radicales, pero el principio en que se apoyan es el mismo. No conviene aplicar este procedimiento sino en casos extremos, mas una vez iniciado, no hay que abandonarlo, aunque después nos pese habernos embarcado. Si amenazamos con un castigo, sea siempre uno que podamos ejecutar; nunca se debe lanzar un reto con la esperanza de que no sea aceptado. Es extraño el trabajo que cuesta hacer comprender esto a la gente ineducada. Es especialmente censurable la amenaza terrorífica, como cuando se les dice que los va a encerrar el policía o que se los va a llevar el coco. Esto produce al principio un estado peligroso de terror nervioso, y después un completo escepticismo en cuanto a las afirmaciones y amenazas de las personas mayores.

Bertrand Russell, Sobre educación; p.149.50. Ed. Espasa Calpe, 1998.

lunes, 6 de octubre de 2008

Contacto

Intrigado por estas viejas preguntas, inquirí a [Freeman] Dyson si él pensaba que pronto entraríamos en contacto con formas de vida extraterrestre. Su respuesta me sorprendió bastante. Dijo: «Espero que no». Pensé que era extraño que alguien que ha pasado décadas especulando sobre civilizaciones inteligentes en el espacio exterior tuviese reservas sobre la posibilidad de encontrarlas realmente. Conociendo la historia británica, sin embargo, debe haber tenido buenas razones para no correr a abrazar otras civilizaciones. La civilización británica estaba probablemente varios cientos de años más avanzada que muchas de las civilizaciones, tales como la india y la africana, conquistadas por el ejército y la marina británicos. [...]
Cuando pensamos en cómo podríamos reaccionar frente a los visitantes del espacio exterior, resulta instructivo leer cómo reaccionaron los aztecas frente a los visitantes que procedían de España: «Cogían el oro como si fueran monos, con sus rostros encendidos. Pues evidentemente, su sed de oro era insaciable; ellos se morían por él; lo codiciaban; querían atiborrarse de él como si fueran cerdos. De modo que lo manoseaban, tomaban montones de oro, los movían de un lado para otro, lo cogían para sí mismos, farfullando y diciéndose galimatías
».

Michio Kaku, Hiperespacio; p. 409-10; Ed. Crítica, 2006

viernes, 3 de octubre de 2008

A Guiberto, monje de la abadía de Gembloux, de Hildegard, abadesa de Rupersberg

Como mujer, nunca olvido quién soy y a menudo tiemblo de miedo porque raras veces me siento segura de mi capacidad. Tiendo, no obstante, las manos hacia Dios, para que Él me sostenga como una pluma que, aunque carece de peso y fuerza, vuela con el viento, pues no acierto a comprender qué veo mientras permanezco en mi cuerpo humano.
Sin embargo, desde que era niña hasta ahora, cuando tengo ochenta años, esta visión nunca me ha abandonado.
[...] La Luz que capto no está fija en un lugar. Aunque no alcanzo a discernir su altura, longitud o anchura, la describo como «el reflejo de la Luz Viva», pues del mismo modo que se reflejan el sol, la luna y las estrellas en las aguas, relucen con gran brillo en mí en medio de esa Luz las Escrituras, sermones y virtudes.
Todo cuanto veo u oigo en esa visión lo veo, oigo y comprendo a la vez, y lo conservo en el recuerdo. En cambio lo que no veo, no lo comprendo, porque no soy erudita y no me enseñaron a escribir a la manera de los filósofos. Las palabras que plasmo en una hoja no son como las que salen de la boca de un hombre, sino que se asemejan a una trémula llama o a una nube agitada por el aire.
Tampoco tengo manera de conocer la forma de esa Luz, de igual modo que no me es posible mirar directamente al sol. En cualquier caso, en el interior de esa Luz muchas veces veo otra Luz a la que yo llamo «la Luz Viva» pero nunca sé cómo ni dónde va a aparecer.
De todas formas mientras la miro, toda pena y perplejidad se esfuman, de tal manera que vuelvo a ser una niña inocente a pesar de mi avanzada edad.

Joan Ohanneson, Una luz tan intensa. Hildegard Von Bingen; p.339-40. Ediciones B, 1998

miércoles, 1 de octubre de 2008

El mal gusto

¿Ha visto usted fusilar a un hombre alguna vez? No, seguramente, eso se hace en general por invitación y el público tiene que ser antes elegido. El caso es que usted no ha pasado de las estampas de los libros. Una venda en los ojos, un poste y a lo lejos unos cuantos soldados. Pues bien ¡no es eso! ¿Sabe usted que el pelotón se sitúa a metro y medio del condenado? ¿Sabe usted que si diera un paso hacia adelante se daría con los fusiles en el pecho? ¿Sabe usted que a esta distancia los fusileros concentran su tiro en la región del corazón y que entre todos, con sus balas hacen un agujero donde se podría meter el puño? No, usted no lo sabe porque son detalles de los que no se habla. El sueño de los hombres es más sagrado que la vida para los apestados. No se debe impedir que duerman las buenas gentes. Sería de mal gusto: el buen gusto consiste en no insistir, todo el mundo lo sabe. Pero yo no he vuelto a dormir bien desde entonces. El mal gusto se me ha quedado en la boca y no he dejado de insistir, es decir, de pensar en ello.

Albert Camus, La peste; p.154. RBA Editores, 1994.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Palabras superfluas

Raymond Chandler no tuvo mucho éxito en el negocio del aceite y empezó a escribir novelas policíacas. Se cuenta que se le pagaba por número de palabras. El editor cogía sus manuscritos y tachaba todas las palabras superfluas para ahorrar dinero. Por ello Chandler desarrolló un estilo que hacía imposible que el editor pudiera corregir sus manuscritos, un estilo comprimido que era tan conciso como los diálogos entre viejos amigos o cónyuges. El contexto estaba tan presente que una palabra sustituía a una frase entera.

Otl Aicher, 
Tipografía; p.106. Campgràfic Editors, 2004. 

viernes, 26 de septiembre de 2008

Disfraces del anarquista

-En mis primeros tiempos como miembro de los Nuevos Anarquistas, probé todo tipo de disfraces respetables. Me disfracé de obispo. Leí todo lo que había sobre obispos en nuestros panfletos anarquistas, en Superstición, el vampiro y Sacerdotes de presa. De ellos saqué la conclusión de que los obispos son viejos extraños y terribles que esconden a los hombres un cruel secreto. Estaba mal informado. Cuando aparecí por primera vez en un salón con mi disfraz episcopal y grité con voz de trueno "¡Abajo!, ¡abajo, presuntuosa razón humana!" la gente se dio cuenta de alguna manera de que yo no era un obispo. Me detuvieron en el acto. Después me disfracé de millonario; pero defendí el capital con tal inteligencia que el más tonto podía darse cuenta de mi pobreza. Luego traté de pasar por militar. Ahora bien, yo soy un humanitario pero tengo, espero, la suficiente plenitud intelectual para comprender la postura de aquelllos que, como Nietzsche, admiran la violencia: la orgullosa y loca guerra de la naturaleza y todas esas cosas, ya sabe usted. Me lancé al papel de comandante. Blandí mi espada constantemente. Grité "¡sangre!" abstraídamente, como un hombre que pide vino. Dije con frecuencia: "Dejemos perecer a los débiles; es la Ley". Bueno, pues parece que los comandantes no hacen esas cosas. Otra vez me detuvieron. Al fin, desesperado, fui a ver al presidente del Consejo Anarquista Central, que es el hombre más grande de Europa.
-¿Cómo se llama? -preguntó Syme.
-No le diría a usted nada su nombre -respondió Gregory-.Esa es su grandeza. César y Napoleón dedicaron todo su genio a ser conocidos y se les conoció. Este hombre pone todo su genio en no ser conocido y no se le conoce. Pero cuando uno está durante cinco minutos en su presencia se tiene la sensación de que César y Napoleón habrían sido como niños en sus manos.
Se calló e incluso palideció durante un instante y luego prosiguió:
-Pero siempre que da un consejo es algo tan sorprendente como un epigrama y tan práctico como el Banco de Inglaterra. Le dije: "¿Qué disfraz me ocultará al mundo? ¿Qué puedo encontrar que sea más respetable que un obispo o un militar?" Me miró con su rostro amplio pero indescifrable. "¿Quiere usted un disfraz seguro, dice? ¿Lo que necesita es un disfraz que garantice que es usted inofensivo; un disfraz que nadie registraría para buscar una bomba?" Yo asentí. De repente elevó su voz de león "¡Pues entonces, estúpido, disfrácese de anarquista!" Y su voz hizo temblar la habitación. "Nadie creerá que vaya usted a hacer nada peligroso." Y me volvió su amplia espalda sin otra palabra. Seguí su consejo y nunca lo he lamentado. He predicado todo tipo de atrocidades a esas mujeres día y noche y -se lo juro- me dejarían empujar los cochecitos de sus niños.

G.K. Chesterton, El hombre que era Jueves; p. 24-5. Ed. Alianza, 1995.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Sofisma del montón

Se habla del "sorites del montón" o "sofisma del montón" para designar dos tipos de argumentos atribuidos a Zenón de Elea y a Eubúlides de Megara (ambos destinados a demostrar la imposibilidad de la multiplicidad o, por lo menos la dificultad de hablar de nada múltiple o plural). Se supone que Zenón de Elea arguyó que si un montón de trigo hace ruido al caer, deben hacer ruido cada uno de los granos de que se compone el montón, pero ningún grano hace ruido al caer al suelo. En cuanto a Eubúlides de Megara, arguyó que no se puede saber en qué consiste un montón -por ejemplo, un montón de trigo-, ya que un grano no hace montón, dos no hacen montón, tres no hacen montón, y parece absurdo afirmar que hay un número determinado de granos que forman un montón. El "sofisma del montón" es del mismo género que el llamado "sofisma del calvo" o falakrós de que habla Diógenes Laercio (VII, 82). Según este sofisma o razonamiento, no se puede saber cuándo un hombre es calvo; no llega a ser calvo si se le quita un pelo, si se le quitan dos, tres, etc., pero llega un momento en que que ya se puede decir que el hombre es calvo; y ello a pesar de no poder precisar qué número mínimo de pelos debe perder un hombre con cabello para poder ser considerado, con razón, un hombre calvo.

J. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía (Tomo IV). Entrada del término "Sorites"; p. 3349. Círculo de Lectores, 2001

lunes, 22 de septiembre de 2008

Eternamente y sin ruido

Estaba lloviendo sobre la capilla, sobre el jardín, sobre el colegio. Y había de llover eternamente y sin ruido. El agua se iría elevando, pulgada a pulgada, cubriendo la hierba y los arbustos, cubriendo los árboles y las casas, cubriendo los monumentos y las cimas de los montes. Toda la vida se ahogaría sin ruido: pájaros, hombres, elefantes, cerdos, niños. Y sin ruido flotarían los cadáveres entre los detritus del naufragio del mundo. Y por cuarenta días y cuarenta noches caería la lluvia, hasta que las aguas cubriesen la faz de la tierra.

James Joyce, Retrato del artista adolescente; p.130. Ed. Alianza, 1995

viernes, 19 de septiembre de 2008

La brigada juvenil

-Se me está poniendo la piel de gallina -anunció Candy.
-¿Tiene usted idea de en qué consistía ese secreto? -interrogó Dick.
-No. Jamás pude sonsacarle nada -admitió el detective. Pero sea lo que sea, quizá tenga que ver con los mensajes que estáis descifrando. Jim Brennan amaba y respetaba demasiado los acertijos para incluirlos en su testamento sólo por juego.
-Eso es cierto -murmuró Paul-. Condenadamente cierto.
-Atiza -exclamó Tom-. ¿Qué creéis que encontraremos si llegamos al final de la cadena de enigmas?
-Problemas -dijo Whisper, lamiéndose los labios manchados de yogurt.

Jonathan Gibb, La brigada juvenil. El enigma del acertijo burlón; p.58. Ed. Martínez Roca, 1980.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El cuerpo

Nuestra insuficiencia es tal que basta con tapar dos de nuestros agujeros para que se nos cierre el mundo de los sonidos, y con tapar dos vías de acceso para que en nosotros se instale la noche. Basta con que una mordaza tape tres de esas aberturas, tan cerca una de la otra que pueden abarcarse sin dificultad con la palma de la mano, para acabar con ese animal cuya vida depende de un soplo. La molesta envoltura que él se veía obligado a lavar, a llenar, a calentar ante el fuego o con la piel de un animal muerto, a la que tenía que acostar por las noches como a un niño o a un anciano imbécil, servía contra él de rehén a la naturaleza entera y, peor aún, a la sociedad de los hombres. Tal vez llegara él a sufrir, por culpa de esa carne y de ese cuero, los horrores de la tortura. El debilitamiento de aquellos resortes sería lo que algún día le impidiera acabar congruentemente la idea esbozada. Si en ocasiones le parecían sospechosas las operaciones de su espíritu, que él aislaba por comodidad del resto de la materia, era sobre todo porque aquel inútil dependía de los servicios del cuerpo. Estaba harto de aquella mezcla de fuego inestable y de densa arcilla.

Marguerite Yourcenar, Opus Nigrum; p.174. Diario El País, 2005.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Kippel

-¿Y va a entrar sola en los apartamentos? -No lo podía creer.
-¿Por qué no? -Volvió a estremecerse, e hizo una mueca, consciente de haberse equivocado.
-Una vez lo hice -dijo Isidore-. Después me metí en casa y no volví a pensar en el resto. Apartamentos donde nadie vive..., centenares de ellos. Están llenos de cosas: fotos de familia, ropas... Los que murieron no pudieron llevarse nada, y los que emigraban no querían... Aparte de mi piso, este edificio está completamente kippelizado.
-¿Kippelizado? -Ella no entendía.
-Kippel son los objetos inútiles: las cartas de propaganda, las cajas de cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce. Por ejemplo, si se va usted a dormir y deja un poco de kippel en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces más. Cada vez hay más.

Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?; p.76. Edhasa-Círculo de Lectores, 2004.

lunes, 8 de septiembre de 2008

El viaje

Ningún viaje, fuera el que fuere, ningún trabajo, nada nos impediría hacerlo. De alguna manera, probar que podíamos llevar a cabo ese viaje era probarnos que teníamos armas contra lo tenebroso, no sólo en sus grandes manifestaciones como la que acababa de dejarnos tan frágiles, sino también en sus expresiones más solapadas, la banalidad de las obligaciones cotidianas, esos compromisos que no significan nada en sí mismos pero que en conjunto alejan cada vez más de ese centro donde cada uno espera vivir su vida. Recibimos la enfermedad de Julio como una advertencia. No vivir su vida en lo que tiene de más real es un crimen, no sólo con respecto a uno mismo, sino a los otros.

Carol Dunlop y Julio Cortázar, Los autonautas de la cosmopista, o Un viaje atemporal París-Marsella; p.43. Ed. Alfaguara, 1996.

viernes, 5 de septiembre de 2008

En el curso de los últimos cinco años

En el curso de los últimos cinco años he tomado mescalina dos veces y ácido lisérgico tres o cuatro. Mi primera experiencia fue primordialmente estética. Las experiencias posteriores fueron de otra naturaleza y me ayudaron a entender muchos asertos oscuros que aparecen en los escritos de los místicos cristianos y orientales. Un sentimiento inefable de gratitud por el hecho de haber nacido en este universo. ("La gratitud es el cielo mismo", dice Blake, y ahora sé exactamente a qué se refería.) Una trascendencia respecto de la relación corriente sujeto-objeto. Una trascendencia respecto al miedo a la muerte. Un sentimiento de solidaridad con el mundo y con su principio espiritual y la convicción de que, a pesar del dolor, la maldad y todo lo demás, las cosas están de alguna manera en perfecta condición [...] Finalmente, una comprensión, no intelectual, sino de alguna manera total, una comprensión con el organismo íntegro, de la afirmación de que Dios es Amor. Las experiencias son pasajeras, claro está; pero su recuerdo, y sus resurgimientos incipientes que tienden a repetirse espontáneamente o durante la meditación, continúan ejerciendo un efecto profundo sobre la mente del sujeto.

Aldous Huxley, Fragmento de una carta al padre Thomas Merton. Extraído de: Moksha. Escritos sobre psicodelia y experiencias visionarias 1931-1963; p. 376-7. Ed. Edhasa, 2007

miércoles, 3 de septiembre de 2008

No mires hacia atrás

Limítese a permanecer sentado y descanse. Trate de divertirse con esto: es el último cuento que va usted a leer en su vida; o casi el último. Una vez leído, puede quedarse ahí un rato, o encontrar excusas para remolonear por su casa, su cuarto, su oficina o el sitio donde se encuentre al leer; pero, tarde o temprano, tendrá que levantarse y salir. Ahí es donde le estaré esperando: fuera. O tal vez más cerca. Puede que, incluso, en esta misma habitación.
Desde luego, usted cree que esto es una broma. Supone que se trata sólo de un cuento de un libro y que yo, en realidad, no me refiero a usted. Pero juegue limpio: admita que le estoy advirtiendo lealmente.

Frederic Brown, No mires hacia atrás. Extraído de: Prohibido a los nerviosos (comp.: Alfred Hitchcock), p. 396; Círculo de lectores, 1989.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Una sola nota musical para Hölderlin

Si pierdo la memoria, qué pureza.
En la azul crestería la tarde se demora,
retiene su oro en mallas lejanísimas,
cuela la luz por un resquicio último, se extiende y me delata
como un arco que tiembla sobre el aire encendido.
¿Que esperaba el silencio? Príncipes de la tarde, ¿qué palacios
holló mi pie, qué nubes o arrecifes, qué estrellado país?
Duró más que nosotros aquella rosa muerta.
Qué dulce es al oído el rumor con que giran los planetas del agua.

Pere Gimferrer, Poemas (1962-1969); p.162. Visor Libros, 2000.

viernes, 29 de agosto de 2008

El hombre que construyó las pirámides

Blake dibujó, a partir de una de sus visiones, una cabeza a la que llamó "El hombre que construyó las pirámides". Cualquiera puede apreciar tanto la grandeza como el misterio de la idea; y la mayoría de la gente incluso llegaría a desarrollar alguna teoría sobre cómo un gran pintor poético a la manera de Miguel Ángel o Watts la habría tratado. Aquellos habrían podido concebir un rostro de tez oscura y misteriosa, o bien inclinado y reflexivo, o de mirada fija y tropical, o apolíneo y puro. Quienquiera que fuese el hombre que construyó las pirámides, uno cree que debió de ser (para decirlo con suavidad) un hombre inteligente. Miramos el cuadro de Blake y nos sobresalta contemplar el rostro de un idiota. Rectifico, podemos contemplar incluso el rostro de un idiota malvado, un rostro de mirada lasciva, sólo a medias inteligente, que carece de mentón y posee la misma nariz protuberante de un cerdo. Blake afirmó haber pintado el rostro de un verdadero espíritu, y no veo razón alguna para dudar de que así fuera. Pero, siendo así, no se trataba del verdadero hombre que construyó las pirámides: no se trataba del tipo de espíritu con el que a cualquier caballero le gustaría intimar. Esa visión de la estupidez porcina era realmente una desagradable visión que dejaría tras sí el olor de la estupidez demoníaca. Estoy absolutamente convencido de que dejó a Blake más idiota de lo que lo encontró.

Gilbert K. Chesterton, William Blake; p.136-7. Ed. Espuela de Plata, 2007

miércoles, 27 de agosto de 2008

Siempre que termino un libro

PA: Siempre que termino un libro me asalta una intensa sensación de disgusto y decepción. Es casi un desmoronamiento físico. Me siento tan desilusionado con la pobreza del resultado que no puedo creer que haya dedicado tanto tiempo para conseguir tan poco. Me lleva años aceptar lo que he hecho, comprender que lo hice lo mejor posible. Pero no me gusta volver a las cosas que he escrito. El pasado es el pasado y ya no puedo hacer nada al respecto. Lo único que cuenta es el proyecto en el que estoy trabajando ahora.

JM: Beckett dijo una vez, refiriéndose a uno de sus cuentos: "Antes de que alcance a secarse la tinta, ya me produce repulsión".

PA: Es imposible expresarlo mejor.

Entrevista de Paul Auster con Joseph Mallia
. Extraído de: Paul Auster, Experimentos con la verdad; p.158. Anagrama, 2003.

lunes, 25 de agosto de 2008

Tuesday August 5th

I have decided to become celibate. Sex is very overrated in my opinion. It's all over in a few minutes and is centainly not worth all the fuss and anguish that goes before.

Dear Stephen Fry,
My name is Adrian Mole. I once had the honour of cooking you a dish of tripe, which you pronounced 'unforgettable' (Hoi Polli, Sep. 15th, 1996). You didn't pay us a second visit, to lunch or to dine, but no matter, I still admire your erudition and wit.
I have recently decided to become celibate, and will shortly be turning into a celebrity, and I wondered if you as a celebrity celibate, have any tips on how to cope with both of these conditions. I expect you are busy but I'm sure you won't mind taking some time out of your schedule to advise someone who is practically your
doppelgänger. I too am a bit of an intellectual.

Cheers, Steve,
Yours, Adrian Mole

PS. I would appreciate an early reply.


Sue Townsend, Adrian Mole: The Cappuccino Years; p.157. Penguin Books, 1999

viernes, 22 de agosto de 2008

Cosas a estudiar

Puedes mirar, en la confianza de que siempre son correctos, a Ticiano, el Veronés, Tintoreto, Giorgione, Giovanni Bellini y Velázquez; eso, por supuesto, siempre que la autenticidad de la obra esté garantizada por una autoridad fiable.
Puedes mirar con admiración, aunque admitiendo distinciones cuestionadoras entre lo correcto y lo erróneo, a Van Eyck, Holbein, Perugino, Francia, Angelico, Leonardo da Vinci, Correggio, Van Dyck, Rembrandt, Reynolds, Gainsborough, Turner y los modernos prerrafaelitas. Será mejor que no mires a más pintores que ésos, porque si lo haces pueden extraviarte muy lejos del camino, o hacerte incurrir en errores graves, pintores como Miguel Ángel, Rafael o Rubens; y, encima, pueden corromperte el gusto otros como Murillo, Salvator, Claude, Gaspard Poussin, Teniers y otros de esa clase. Puedes mirar, eso sí, como ejemplos de mal hacer, con garantía reprobatoria absoluta, bajo el convencimiento de que todo lo que ves es malo, al Dominiquino, los Carracci, Bronzino, y las figuras de Salvator.
Entre los que he nombrado para estudiarlos con cautela, no mires demasiado, ni te entusiames demasiado con ellos, a Angelico, Correggio, Reynolds, Turner y los prerrafaelitas; y si se da el caso de que te encaprichas de cualquiera de los otros, deja de mirarlo porque andas mal en un sentido y otro. Por ejemplo, si te empiezan a gustar especialmente Rembrandt o Leonardo, estás perdiendo la sensibilidad al color; si son Van Eyck o el Perugino, te gusta demasiado el detalle rígido; o si te gustan especialmente Van Dyck o Gainsborough, seguro que te atrae demasiado la brumosidad de buen tono.

Jonh Ruskin, Técnicas de dibujo; p. 235. Ed. Laertes, 1999

miércoles, 20 de agosto de 2008

Dónde vivía y para qué

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la resignación a menos que fuera completamente necesario. Quería vivir con profundidad y absorber toda la médula de la vida, vivir de manera tan severa y espartana como para eliminar cuanto no fuera la vida, abrir un amplio surco y arrasarlo, arrinconar a la vida y reducirla a sus términos inferiores y, si resultaba mezquina, coger toda su genuina mezquindad y hacerla pública al mundo; o, si era sublime, saberlo por experiencia y ser capaz de dar cuenta de ello en mi próxima excursión.

Henry David Thoreau, Walden; p.138. Ed. Cátedra, 2007

lunes, 18 de agosto de 2008

Esperando a que llegara el ron

Entretanto, la Compañía A estaba en sus posiciones esperando a que llegara el ron; la tradición de todos los ataques exigía ración doble de ron antes del inicio. Todas las demás compañías habían recibido sus raciones. El Actor comenzó a maldecir:
-¿Dónde diablos habrá podido meterse el cantinero?
Preparamos nuestras bayonetas y nos colocamos en posición de ataque en cuanto Thomas llegó con las instrucciones. Por nuestro lado pasaban centenares de heridos.
- Órdenes del capitán: La Compañía A debe dirigirse a la línea del frente.
En ese momento llegó el cantinero, sin rifle ni equipo de ninguna clase, balanceando la botella de ron, con la cara roja y sudorosa. Se detuvo frente al Actor y le dijo:
- ¡Aquí tiene, señor! -tropezó en un agujero y cayó boca abajo en el lodo. El tapón de la botella saltó, y lo que quedaba de aquella botella de quince litros se derramó por el suelo. El Actor no respondió. Aquél era un crimen que merecía la pena de muerte. Puso un pie sobre el cuello del despensero y el otro en la espalda y lo hundió en el lodo. Entonces le dio a la compañía la orden de avanzar. La compañía avanzó con un martilleo de acero, y aquélla fue la última ocasión en que vi al despensero.

Robert Graves, Adiós a todo eso; p. 240. Aleph Editores.

jueves, 14 de agosto de 2008

Cuatro medidas

Vuelto Alejandro de la hoguera, convidó a muchos de sus amigos y de los generales a un banquete, en el que propuso un certamen de intemperancia en el beber, y corona para el que más se desmandase. Prómaco, que fue el que bebió más, llegó hasta cuatro medidas, y recibiendo la corona de la victoria, estimada en un talento, sobrevivió tres días. De los demás dice Cares que cuarenta y uno murieron en el acto de beber, habiéndoles acometido un frío violento en seguida de la embriaguez.

Plutarco, Vidas paralelas. Alejandro y Julio César; LXIX. Edaf, 1994

martes, 12 de agosto de 2008

Excomunión de Spinoza

[...] nosotros excomulgamos, apartamos y execramos a Baruch de Espinoza con la excomunión con que excomulgó Josué a Jericó, con la maldición con que maldijo Elías a los jóvenes y con todas las maldiciones que están escritas en la Ley. Maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito sea al acostarse y maldito sea al levantarse, maldito sea al entrar y al salir; no quiera el Altísimo perdonarle, hasta que su furor y su celo abrasen a este hombre; lance sobre él todas las maldiciones escritas en el libro de esta Ley, borre su nombre de bajo los cielos y sepárelo, para su desgracia, de todas las tribus de Israel, con todas las maldiciones del firmamento, escritas en el Libro de la Ley. Y vosotros, los unidos al Altísimo, vuestro Dios, todos vosotros (estáis) vivos hoy: advirtiendo que nadie le puede hablar oralmente ni por escrito, ni hacerle ningún favor ni estar con él bajo el mismo techo ni a menos de cuatro codos de él, ni leer papel hecho o escrito por él.

Excomunión de Baruch, 27/7/1656. Nota del "herem" que se publicó en la tribuna ("teva") contra Baruch Espinoza. Extraído de: Atilano Domínguez (comp.), Biografías de Spinoza.

lunes, 11 de agosto de 2008

Solo una cosa mala

–No entiendo eso –replico Sancho–; sólo entiendo que, en tanto que duermo, ni tengo temor, ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor, y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sola una cosa tiene mala el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia.

Miguel de Cervantes. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (cap. LXVIII)

domingo, 10 de agosto de 2008

Iniciación del chamán

El futuro chamán atrae la atención de forma progresiva a causa de su extraño comportamiento; por ejemplo, busca la soledad, es despistado, le gusta vagar por los bosques o por lugares poco frecuentados, tiene visiones, canta en sueños, etc. En algunos casos este período de incubación viene señalado por varios síntomas bastante serios. Entre los yakutos, el joven a veces padece estallidos de furia y pierde la conciencia con facilidad, se esconde en el bosque, se alimenta de la corteza de los árboles, se tira al agua y al fuego, y se corta con cuchillos. Según Shirokogorov, los futuros chamanes entre los tungús, cuando se acercan a la madurez, atraviesan una crisis histérica o histeroide, pero a veces la vocación se manifiesta por sí misma a una edad más temprana: el muchacho huye a las montañas y permanece allí durante una semana o más, "alimentándose de animales, a los que despedaza con los dientes". Luego regresa al poblado, sucio, ensangrentado, con la ropa destrozada y el cabello desordenado, "como un salvaje". Y sólo después de un mínimo de diez días empieza a balbucear palabras incoherentes.

Mircea Eliade, Mitos sueños y misterios.

El regreso

El regreso... ¿Qué significado tenía para mí? ¿La Tierra? Recordé las enormes ciudades bulliciosas, donde iría de un lado a otro, y me perdería, y pensé en esas ciudades como había pensado en el océano la segunda o la tercera noche, cuando quise precipitarme en las olas tenebrosas. Me ahogaré entre los hombres, me dije. Seré taciturno y atento, un compañero apreciado. Tendré muchos amigos, hombres y mujeres, y tal vez incluso una mujer. Durante un tiempo tendré que esforzarme en sonreír, saludar con una pequeña inclinación, enderezarme, ejecutar los miles de pequeños gestos que componen la vida en la Tierra, hasta el día en que esos gestos vuelvan a convertirse en hábitos.


Stanislav Lem, Solaris.